FALLECIMIENTO EDWARD SCHILLEBEECKX




Ayer 23 de diciembre a las 17,30 fallecía en Nimega el teólogo dominico Edward Schillebeeckx a la edad de 94 años. Es uno de las grandes figuras de telogía contemporánea. Asistente a las sesiones de trabajo del Concilio Vaticano II, fue uno de los artífices directos de la renovación eclesial.

Formado en el tomisto se abrió a las corrientes contemporáneas de pensamiento. De este modo su teología supo integrar el planteamiento de la hermenéutica y el de la teoría crítica de la sociedad. Por eso su teología siempre estaba atenta a lo que lo creyentes pudieran aportar para alcanzar una sociedad más justa.

Recuerdo cuando hace algunos años le visitabamos en Nimega junto con un grupo de estudiantes dominicos. En aquella ocasión me atreví a preguntarle, "en su opinión ¿cuál es la clave para llegar a ser un buen teólogo?". Nos contestó: "Sin duda tener como base de la reflexión un autor clásico. Yo no voy a decir que éste tenga que ser únicamente Sto. Tomás. También puede ser San Agustín, o San Buenaventura, o algún otro. Pero es necesario dejarse guiar por uno de los grandes".

En este día solamente puedo decir, Gracias hermano Schillebeeckx. Gracias por tu trabajo y tu pensamiento.

Para conocer más sobre Schillebeeckx se puede visitar http://schillebeeckx.nl/





Homilía Nochebuena/Navidad 24/25 diciembre 2009


 Navidad en la trinchera

En el mes de diciembre de 1914, ingleses y alemanes luchaban enfrentados en trincheras. Aquella nochebuena de 1914 el ambiente era frío y neblinoso. De pronto, los ingleses se inquietaron al ver las luces que se movían en las trincheras enemigas. Poco después, llegaba hasta ellos la melodía de un canto. Los soldados alemanes estaban cantando "Noche de paz". Al terminar, los ingleses respondieron al canto entonando, "Oh, blanca navidad". De modo alterno, unos y otros estuvieron cantando por espacio de una hora. Después, un alemán dio un salto de su trinchera, cruzó la tierra de nadie y se fue a la trinchera enemiga. Cuando llegó dijo:Yo soy sajón, vosotros anglosajones, ¿por qué nos combatimos unos a otros? Después de intercambiar algunas frases, regresó a su trinchera. Habían acordado una tregua en el combate.
Algunos años después un combatiente inglés comentaba el suceso diciendo: “Aquella noche había actuado un espíritu más fuerte que la guerra”.

La noticia de la tregua llegó pronto a los comandantes de una y otra parte. No podían aceptar el gesto, pues temían que si se extendía pudiera acabar con la guerra. Dieron orden de seguir combatiendo, pero la tregua duró todavía unos días más. La presión de los comandantes fue mayor y las amenazas de consejos de guerra colectivos acabaron con la tregua. Si los soldados hubieran podido satisfacer sus anhelos de paz y la tregua se hubiera extendido en paz definitiva, habrían podido salvar la vida nueve millones de hombres. Un soldado inglés, que había vivido aquella noche, y que murió anciano a los 85 años de edad, decía que no podía escuchar el "Noche de paz" sin que sus ojos se llenaran de lágrimas…No podía olvidarse de los soldados alemanes con los que había intercambiado unas palabras y a los que tuvo que disparar de nuevo pocos días después.

La navidad, celebración hermosa y emotiva, también tiene sus críticos. Hay quienes dicen que no le gustan estas fiestas. Y de alguna manera todos nos preguntamos por su significado y alcance. ¿Qué sentido tiene que en estos días se nos llene la boca de deseos de paz, si una vez acabadas las fiestas seguimos con nuestras rencillas y nuestros desencuentros? ¿Qué sentido tiene que en estas fechas felicitemos a personas con las que no tenemos contacto desde hace años? ¿Qué sentido tienen nuestros cantos, nuestras comidas, nuestras celebraciones…si resulta que nos cambian poco la vida? Es verdad. Hay que reconocer que la celebración de la Navidad no cambia mucho nuestra vida. Es cierto que cuando los belenes se guardan, las luces de colores se apagan, la ilusión del regalo desparece…nuestra vida continúa igual.

La navidad no cambia la vida. Pero la navidad establece un nuevo comienzo, un nuevo punto de partida. Siguiendo con la idea de la historia que se recoge en la presentación, la navidad es una tregua. Es la tregua de Dios. Es un tiempo que interrumpe nuestra vida cotidiana con sus tristezas, su falta de ilusión, sus rencillas y resentimientos. Es una tregua en la que suena otra música. Una música que nos puede empujar a salir al encuentro de los otros. De aquellos con los que nos hemos distanciado, de aquellos a los que debiéramos querer más, de aquellos a los que marginamos. La tregua no es la paz definitiva, pero puede ser el comienzo de la paz.

La tregua, un nuevo comienzo, suele empezar con una palabra. ¡Lo que puede conseguir una palabra! Si nos diéramos cuenta de ello seguro que no diríamos determinadas cosas. En nuestras relaciones con los otros, con mucha frecuencia los sufrimientos y las heridas comienzan con una palabra. En otras ocasiones nos ha faltado la palabra oportuna. Si la hubiéramos tenido probablemente hubiéramos impedido que las cosas transcurrieran de un modo determinado.

En el evangelio se nos dice que en el principio era la palabra. Dios habló y surgió el mundo. Un mundo bueno. Dios habló y nos llamó a la vida. Una vida que puede contener todo lo que para nosotros es bueno. Dios envió su palabra entre nosotros. Y su palabra acompaña desde entonces nuestra existencia. Cuando Dios habla establece un comienzo. En la navidad Dios habla y dice: “vamos a hacer un mundo nuevo haciendo nuevo al ser humano”.

Dios establece una tregua, un comienzo. De nosotros depende continuarlo. Dios nos ha dado una boca para hablar. No sólo para hablar de los otros sino sobre todo, para hablar con ellos y dirigirnos a ellos. Dios nos ha dado una boca para que hagamos nuestro el nuevo comienzo que nos da, para que aprovechemos la tregua. El nuevo comienzo que Dios nos ha dado en la navidad nosotros lo podemos continuar en nuestro mundo, en nuestra ciudad, en nuestras casas, en nuestros lugares de trabajo. Dios se hace hombre para llamarnos a ser plenamente humanos. Y para desarrollar lo humano en nuestros lugares de vida solamente, se nos pide decir una palabra. Una palabra sincera, una palabra de perdón, una palabra amable, una palabra de acogida

III Domingo de Adviento. Homilía. 13 de diceimbre de 2009

¿Cómo hacer las cosas?

“Antes las cosas eran más sencillas. Había criterios, reglas claras. Se sabía qué hacer y qué decir. Hoy las cosas resultan más complicadas y uno no sabe a que atenerse. Hay opiniones diversas. Unos dicen una cosa y otros dicen otra, y al final no sabemos a que atenerse”.

De este modo y de forma parecida se expresa mucha gente en lo que se refiere a la vida cristiana. Muchas personas buscan claridad en la fe, reglas a las qué atenerse, criterios para poder identificar la verdad. Esas mismas personas dicen a veces que hoy en la iglesia hay opiniones diversas, que unos sacerdotes presentan la vida de fe de una manera y otros de otra, y uno al final no sabe quién tiene la razón.Es cierto que hoy muchas personas expresan esta dificultad. Pero también es cierto que antiguamente las cosas no eran tan claras como parece. Es cierto que la fe conlleva la adhesión a unas verdades y la fe se realiza en el compromiso personal con determinados criterios de vida y comportamiento. Pero también es verdad que la fe es búsqueda, que la fe es pregunta, que la fe no resuelve todas nuestras dudas.

En el evangelio de hoy se cuenta que personas de diferente condición se acercaban a Juan el Bautista para preguntarle ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo tenemos que obrar? La respuesta resulta clara. Cada uno debe vivir con honradez y justicia en la situación en la que la vida le ha puesto.

Esa es la mejor manera de esperar al mesías, de aguardar la salvación

II Domingo de Adviento. Homilía. 6 de diceimbre de 2009


EL CAMINO EN EL QUE DIOS ENCUENTRA 
A LA HUMANIDAD

En las tareas agrícolas hay un tiempo para recoger la cosecha y hay un tiempo para sembrar. Pero también hay un tiempo para roturar los campos. Para dejar que la tierra se airee y recobre su vitalidad. El adviento es el tiempo para roturar la propia vida. Es el tiempo de poner a airear nuestra persona para dejar que penetre en ella el aire fecundo de Dios.

Cuando Juan bautista, recogiendo las palabras de la tradición profética, llama a preparar el camino nos está invitando a remover la tierra de nuestra vida para que tracemos en ella el camino del Señor. Y es preciso recalcar que el camino que tenemos que abrir no es nuestro camino. El que es resultado de nuestros deseos, planes y cálculos. Se trata del camino del Señor. Un camino que pasa por nuestra voluntad pero que nace en un lugar anterior a nuestro propio yo.

El camino del Señor a veces doblega nuestros deseos y cálculos. Pero siempre ensancha nuestra vida y persona. Nos lleva a lugares nuevos y desconocidos, enriquece nuestra persona, nos conduce a la libertad y el futuro.

El camino del Señor tiene un nombre: Jesucristo. Él es la vía sobre la cual Dios viene a nuestra vida. Las gentes de todos los tiempos y épocas se han preguntado por el camino de la auténtica humanidad, por el camino de la paz y el encuentro interhumano. Quienes vivimos en las sociedades industriales estamos rodeados de caminos que unen los centros de producción con los de consumo; de autopistas de la información; de vías que desplazan a miles de personas a los centros de ocio y recreo. Son caminos que facilitan la vida. Pero nos siguen faltando vías de encuentro interhumano, caminos que nos conduzcan más allá de nosotros mismos, a ese lugar de plenitud inagotable.

Homilía I Domingo de Adviento 29 de Noviembre de 2009



 Abrámos los ojos

„No me lo cuentes que prefiero no saberlo“. Es una frase que todos decimos alguna vez. Hay ocasiones en las que preferimos la ignorancia al conocimiento. Son esas situaciones en las que el saber puede provocarnos una desilusión respecto a una persona. Como cuando nos enteramos de la falta de lealtad de un amigo. En otros casos, el conocimiento de un peligro puede producirnos tanto temor que nos paraliza y preferimos ignorarlo. Otras veces saber lo que está por venir puede romper el encanto de la sorpresa. Como cuando sabemos de antemano el regalo que nos van a hacer por nuestro cumpleaños o cuando alguien nos cuenta el final de una película de intriga que queríamos ver.

No solo individualmente también como sociedad hay cosas que preferimos no saber. Y por eso las ocultamos, evitamos que se hable mucho de ellas o que se hagan visibles permanentemente. La injusticia, las condiciones indignas en las que viven muchas personas en el mundo, la muerte…son realidades que evitamos y que a veces hasta ocultamos. Algunas personas dicen que no es agradable que mientras comemos el telediario nos muestre el horror que vive una parte de la humanidad.

Es verdad que no se puede vivir teniendo presente a todas horas los peligros de la vida o las crueldades de la historia. Si cuando nos subimos a un automóvil no paramos de pensar en los peligros de la carretera es posible que el temor nos impida continuar el viaje y acabemos bajándonos del coche y quedándonos en casa. No es bueno vivir pensando siempre en las dificultades y en los problemas de la vida. Pero es igual de peligroso olvidar totalmente esos peligros y caminar descuidados por la vida. Quién sale a pasear sin fijarse en los obstáculos que puede encontrar en el camino es posible que acabe por tropezar y caer.

En el evangelio de este primer domingo de adviento Jesús nos recuerda una de esas cosas que a veces preferimos no saber y no escuchar. Nos recuerda que la vida pasa rápidamente y que el final de nuestra existencia siempre viene por sorpresa. Jesús nos dice que todos tendremos que dar cuentas de nuestra vida ante Dios y por eso tenemos que prestar atención al modo como vivimos nuestra existencia. Jesús no nos recuerda estas cosas para asustarnos o meternos miedo. Jesús las recuerda para abrirnos los ojos, para hacernos atentos, para que nos apresuremos en aprovechar el tiempo de nuestra vida.

Este domingo los cristianos iniciamos el tiempo de adviento. Es un tiempo de preparación a la celebración de la navidad. Es un tiempo para estar atentos, para abrir los ojos, para despertar cosas que teníamos olvidadas: la ilusión perdida, la posibilidad de reconciliación con una persona a la que habíamos dañado, la confianza en la vida y en las personas, confianza que el paso del tiempo ha ido endureciendo, la importancia de los gestos de bondad y de amor. El adviento nos llama a aprovechar los días de nuestra vida, a vivir con intensidad lo que hacemos, a volcar y dar lo mejor de nosotros mismos en todo lo quehacemos

CONTRA LA IDEA DEL BUEN SALVAJE. A propósito del secuestro del Alakrana

La narración que los marineros españoles han hecho de los días de su secuestro en Somalia es espeluznante. Nos devuelven la imagen de unos secuestradores desposeídos de toda humanidad. Las humillaciones y vejaciones, la cocinera violada de otro barco secuestrado, sus lágrimas cuando pedía a los marineros del Alakrana se llevaran a su hija (uno se imagina la desesperación que mueve a una madre a entregar a su hija a unos desconocidos)...Es también la realidad de África sumergida en un casos de violencia, desesperación y agresión del que tu y yo también somos responsables. Sé que el origen de esta situación nos conduce a la colonización y  a los procesos de descolonización, sé de la hipocresía de un Occidente que ante la miseria del continente mira a otro lado. Sé de la explotación económica de África. Pero ninguna de esas circunstancias justifica tamaña agresión y vejación hacia un semjante.

Pienso que situaciones como la del Alakrana nos revelan algo que tenemos que pensar de nuevo. Que en el fondo del alma humana hay una región de tinieblas y oscuridad que pueden despertarse y engullir lo que les sale al paso. Que en la vida humana hay una dimensión de animalidad que puede ser controlada pero nunca ignorada.

La modernidad ilustrada y su pensamiento naturalista nos hizo creer en el mito del buen salvaje. En la idea de un ser humano bonachón y dulce por naturaleza, que no necesitaba ni redención ni gracia. La violencia del siglo XX nos ha despertdo del sueño ilustrado y de su concepción ingenua de la naturaleza humana. El ser humano, imagen de Dios, está tocado por una bondad y un amor más grande que su capacidad de acogerla. Pero ese rastro puede ser absorbido por el fondo animal que también es parte de nuestro ser. Y que esconde una bestia que puede despertarse en cualquier momento si no dejamos sitio a la palabra salvadora de Dios.

Ahora que Occidente parece haberse olvidado del lugar de esa palabra en su identidad cultural. Ahora que ya no nos resulta apremiante llevar esa palabra a otras culturas, (respetables en su diferencia, pero necesitadas de salvación como nosotros), quizás sea bueno recordar que la naturaleza humana sin el roce de la gracia puede convertirse en un animal peligroso y dañino.
Homilía fiesta Jesucristo Rey del universo 
Domingo 21 de noviembre de 2009


La fiesta de Jesucristo rey del universo fue introducida por Pio XI en 1925. En sus orígenes estaba relacionada con la devoción del sagrado corazón y con el misterio de Pascua. La fiesta fue introducida por la encíclica Quas Primas. En el texto de la misma recibe un carácter apologético dirigida contra el cuestionamiento de la autoridad de la iglesia por la sociedad liberal. Pero aunque este sea el contexto de la fiesta, la encíclica se centra sobre todo en consideraciones teológicas. La realeza de Cristo es fundamentada en el carácter divino de su persona.

Hay quienes argumentan que los títulos de realeza aplicados a Dios no son más que una proyección de la experiencia humana de la monarquía. Pero hay que tener en cuenta que en la experiencia religiosa de Israel la realeza de Dios tiene que ver con haberlo experimentado como el creador que vence sobre las fuerzas del caos y del mal. De modo análogo, algunos textos del Nuevo Testamento presentan a Jesús como rey desde la experiencia pascual de la victoria de Jesús sobre la muerte. Desde el punto de vista teológico, el sentido de la realeza de Cristo es fundamentalmente soteriológico. Es utilizado para remarcar la realidad salvadora de la persona de Cristo.


Globalización es una palabra de moda. Es una palabra utilizada para describir la dirección de la historia en nuestro momento presente. Tiene que ver con el desarrollo de los medios de comunicación e información. Tiene que ver con relaciones comerciales y con movimientos de capital. Tiene que ver con los desplazamientos de personas, con los viajes y con el acercamiento de culturas diferentes.

Muchos pensamos que una globalización que solamente transcurra por la senda del progreso técnico y del provecho económico no hará mejorar la humanidad si no va acompañada de una globalización ética. Si no se traduce en respeto por los derechos humanos y en utilizar el desarrollo tecnológico para solucionar los problemas de la pobreza y del hambre.

Los cristianos hoy celebramos la fiesta de Jesucristo, rey del universo. Durante mucho tiempo el arte cristiano ha representado a Jesucristo llevando en la mano el globo del mundo. Es una manera de expresar que Jesucristo sostiene el universo, sostiene el mundo. Es una manera de representar que la salvación que trae Jesucristo es universal. Va dirigida a todos. Es una salvación global, podíamos decir hoy.

En las expresiones del arte románico es frecuente representar a un Jesucristo crucificado que lleva sobre la cabeza una corona. Es una manera de expresar que el reinado de Jesucristo se ejerce desde la cruz. La cruz es el lugar en el que Dios quiere tocar con su fuerza todo el dolor y el sufrimiento del mundo. Es expresión del amor de Dios que quiere alcanzar todo el universo. En la cruz Jesús lleva y sostiene el mundo entero.

Jesucristo sostiene el universo no tenemos que empezar de cero en nuestros esfuerzos por un mundo distinto y mejor. Nuestra tarea es responder al reinado al que Jesucristo nos llama desde su cruz. A construir un mundo que no se olvide de los que sufren y lloran. Un mundo que no excluya a nadie de los beneficios del desarrollo y del progreso. Un mundo en el que a los niños no les roben la sonrisa. Un mundo reconciliado en el que todos podamos mirarnos a los ojos sin vergüenza. Porque Jesucristo lleva el universo no damos por perdida la esperanza. Su vida y su mensaje pueden ser la medida que alimenta nuestras aspiraciones y nuestros trabajos por un mundo distinto. Por un mundo mejor.

Homilía del XXXIII domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. Domingo 15 de noviembre de 2009.



Mc13, 24-32 Leer los signos

Todos podemos cometer el error de no atajar un mal cuando aparecen los primeros síntomas. A veces por pereza, otras veces por descuido, quizás confiando que las cosas se solucionen por sí mismas, no siempre reaccionamos a tiempo cuando los primeros síntomas nos avisan de la proximidad de un mal. Por ejemplo, ante los primeros síntomas de un catarro, de un enfriamiento, no siempre reaccionamos tomando los medicamentos adecuados y permaneciendo en casa. Pero si no tomamos las medidas adecuadas, si arrastramos el catarro, ese enfriamiento puede desarrollarse en una gripe.

En nuestra vida hay síntomas que hay que tomarlos muy en serio. Quien piensa que no tienen importancia y deja pasar el tiempo sin tomar las medidas adecuadas tendrá que contar con la posibilidad de verse afectado por un mal mayor.

En este domingo el texto del evangelio nos habla de las señales que preceden la llegada del Hijo del Hombre. Jesús nos advierte que tenemos que aprender a leer los signos de nuestra vida. Igual que sabemos percibir la cercanía del verano cuando los árboles florecen, debemos saber interpretar los signos de la cercanía del Reino de Dios.

Aprended a descifrar los signos de los tiempos es ponerse en disposición de sacar las consecuencias de determinados indicios y no sólo lamentarse o quejarse de los males que nos rodean. Hoy día todos vemos señales de que muchas cosas a nuestro alrededor no funcionan bien. El subdesarrollo resultado de la injusticia, la violencia, la corrupción....Son indicios que dicen que tenemos que cambiar algunas cosas de nuestra vida social, de nuestras relaciones económicas, del modo de distribuir la riqueza.

Podemos continuar arrastrando los síntomas hasta que las disfunciones desarrollen males peores. O podemos intentar modificarlos y atajarlos cuando se manifiestan los primeros desarreglos. La respuesta está en cada uno de nosotros. La posibilidad de atajar los primeros síntomas del mal que nos rodea está en nuestras manos. Un viejo profesor solía decirnos a sus alumnos que la llegada de un mundo mejor empieza por que cada uno cuidemos con cuidado y esmero del portal de nuestras casas.

Homilía del 8 de noviembre de 2009. XXII domingo del Tiempor Ordinario


Lo mucho de lo poco
 
En la cultura del espectáculo en la que vivimos nos dejamos impresionar por lo grandioso. Y vamos perdiendo sensibilidad visual y perceptiva para lo pequeño, lo aparentemente sin importancia, lo cotidiano y ordinario. Jesús contemplaba todo con una mirada divina. Es una mirada que tiene en cuenta lo cotidiano, lo aparentemente sin importancia.

A Jesús le llama la atención la ofrenda pequeña de una viuda en el arca del templo, en donde parte del dinero recaudado se destinaba a los pobres. Y destaca que mientras otros ofrecen lo que les sobra, esta mujer ofrece todo lo que tiene. A partir del gesto de esta mujer Jesús nos advierte que, en ocasiones, poco puede ser mucho. Y con la misma lógica también se podría decir que, en ocasiones, mucho puede ser poco.

Pero podemos preguntar, ¿en dónde se encuentra la grandeza de la acción de la mujer? ¿Es el hecho que para ella dos monedas representan mucho más que la ofrenda abundante de los ricos que dan lo que les sobra? Sin duda. Pero con ello no está dicho todo lo que se contiene en las palabras de Jesús. Entenderemos esas palabras en su profundidad si dirigimos la atención a los motivos que se encuentran en el origen del gesto de la viuda.

La mujer ofrece todo lo que tiene en el arca del templo, que es la casa de Dios. De este modo está indicando que Dios es algo muy importante en su vida. Porque Dios se encuentra en el centro  de su pèrsona, la mujer se entrega a dos cosas que tienen que ver con ese Dios: el templo y los pobres. En ambos ámbitos uno se relaciona con Dios. En el templo se experimenta la cercanía de Dios que abre al amor. En los pobres uno comunica el amor recibido de Dios.

Jesús ensalza de esta mujer no sólo su generosidad monetaria sino sobre todo su entrega y fidelidad a Dios. El culto a Dios, es decir, cuidar la relación con Él parece un gesto pequeño y sin importancia. Pero ese pequeño gesto contiene mucho. La relación con Dios hace mejor la vida de uno y empuja al cuidado de los necesitados

En Europa hoy día parece que cuidar la relación con Dios es algo que no tiene importancia. No se encuentra en el centro de las preocupaciones y para muchos es algo prescindible. Pero los gestos religiosos que parecen pequeños (como son el rezo, la ofrenda, la escucha de de Dios) contienen mucho. Contienen la posibilidad de ser mejores y mejorar nuestro mundo. Puede parecer que los que hoy acudimos a los templos en Europa somos pocos y mayores. Pero al tomar en consideración a Dios, al entregarnos a lo religioso, estamos contribuyendo, y mucho, a que nuestro mundo sea mejor.

No sabemos si en esta ocasión los discípulos entendieron en toda su profundidad las palabras de Jesús. El texto del evangelio no nos dice nada acerca de ello. Pero lo importante es que nosotros los entendamos.

Homilía de la fiesta de todos los santos. 1 de noviembre de 2009


 Santos y no “estrellas”

El fútbol es sólo un juego. La música pop o el cine son sólo un entretenimiento. Y sin embargo parecen algo más. Sin duda son un negocio que mueve mucho dinero. Son un acontecimiento que condiciona la vida social. Sus figuras despiertan una fascinación tan grande que se llega a imitar su comportamiento. Es el fenómeno de las “estrellas”. La identificación en algunos casos extremos puede incluso alterar el equilibrio emocional de los admiradores. Y es que las estrellas del deporte, la canción o el cine, pueden convertirse en ídolos. O sea un ámbito sobre en el que proyectamos esas fantasías en las que escondemos lo que somos en realidad.

Las santas y santos de Dios son totalmente distintos a las estrellas y a los ídolos. La admiración que suscitan no nos aparta de la realidad. Al contrario, nos ayuda a mirarla más de cerca. La fascinación que despiertan empuja a una imitación que no nos aleja de nosotros mismos. Al contrario, ilumina y estimula las mejores posibilidades de lo humano.

En la fiesta de todos los santos recordamos que todos los bautizados estamos llamados a la santidad aunque no todos los bautizados son canonizados. Por eso, puede ser util pensar algo sobre el significado de los santos.

El peligro de los ídolos está en que nos llevan a una vida imaginaria que sólo existe en la fantasía. El resplandor de mansiones y coches de lujo; el exceso de opulencia y la cuidada esbeltez de los cuerpos, ocultan las auténticas condiciones de la existencia. En la vida real la alegría y el gozo suponen siempre trabajo y esfuerzo. Y el brillo de los cuerpos de piel estirada no permanece sin conocer la debilidad y la enfermedad.

Encontrarse con las santas y santos de Dios nos ayuda a descubrir dónde se encuentra el auténtico centro de la existencia humana. Ellos abrieron su vida a lo que de verdad cuenta y llena de plenitud al ser humano. No es el impresionar a los demás sino la compasión que levanta puentes hacia los otros. No es el vivir pendiente de la imagen sino saber desgastarse entregando lo que uno es por y en el amor. La plenitud de la vida humana se encuentra en la fidelidad a uno mismo, en la armonía con las personas que vamos encontrando en la vida, en percibir que la vida de uno es de utilidad para otras personas.

El impulso y el sostén para lograr estas tres se encuentra en Dios. Él nos ayuda a aceptarnos como somos, a reconciliarnos con los otros, a ser generosos en nuestra vida. Los santos hicieron de Dios el eje de su existencia y el centro de su persona. Y nos avisan que quien se centra en Dios podrá caminar con firmeza por las sendas de la vida.
Los santos no huyeron del sufrimiento y las contrariedades de la vida; proyectaron sobre ellas la fuerza de un amor que tiene su origen en Dios. De Santo Domingo de Guzmán se dice que vendió sus libros para socorrer a los necesitados. Los santos nos enseñan que el cuidado del prójimo es camino de plenitud. De San Francisco de Asís se cuenta que besaba a los leprosos. Los santos nos enseñan a mirar el sufrimiento de frente. De San Ignacio de Loyola se recuerda que siempre abrazaba a los pobres. Los santos nos enseñan a abrazar la realidad.

Si las estrellas solamente llaman nuestra atención en los momentos de distracción no hay que preocuparse demasiado. Pero puede ser un problema si ocupan nuestra vida más allá de los ratos de entretenimiento. Siempre podremos recordar a los santos que nos señalan el camino de la realidad. Y procuran que no huyamos de ella sino que sabiendo mirar al cielo podamos permanecer con los pies en la tierra.

Homilía del XXX Domingo del tiempo ordinario. 25 de Octubre de 2009



Hacer callar - Dar la palabra

¿Conocen los sentimientos que nos produce que alguien nos mande callar? Una de las experiencias amargas en la vida humana es que las personas que sufren, cuando gritan de dolor o llaman desde la tristeza, no son respondidas con una palabra de consuelo, sino con la orden de callarse. Al dolor del propio padecimiento hay que añadir el que produce no ser escuchado.

El evangelio de este domingo nos habla de un ciego y mendigo que, sentado al borde del camino, se pusó a gritar para llamar a Jesús cuando pasaba por su lado. Las personas que acompañaban a Jesús le decían: ¡Calláte! ¡No molestes con tus gritos! ¡Silencio! Jesús detuvo su marcha y pidió que le dejaran acercarse. La reacción de Jesús hace pensar. No es el que manda callar, sino el que escucha nuestras quejas; el que nos da la palabra cuando los demás nos la niegan.

Cuando de niño iba con mis padres a la iglesia mi padre o mi madre me decían, „chist, en la casa de Dios no se habla“. Es verdad que el silencio en los templos es una señal de respeto. Pero sería un error pensar que ese silencio es expresión de un Dios ante el que tenemos que callar. Al contrario, Dios no es el que nos manda callar. Es el que nos da la palabra porque quiere escuchar nuestras alegrías y nuestros dolores, y escuchándolos acogernos a nosotros mismos.

Puede ser que al sentir que alguien nos quiere escuchar, que alguien pone oídos a nuestros dolores y penas, nos pase como al ciego del camino. Cuando oyó que Jesús le llamaba dió un salto y se puso en pie. Sólo queda que nosotros también sepamos dar la palabra a los que sufren, que les escuchemos. Que nunca mandemos callar al que se queja y gime de dolor.

Evangelio del Domingo 11 de octubre. XXVIII domingo del tiempo ordinario


El camello y la aguja

Para que un camello pase por el ojo de una aguja hay dos alternativas. O se hace el ojo de la aguja màs grande. O se hace el camello más pequeño. Y a esto último es a lo que Jesús nos llama en este evangelio. Empequeñecerse para entrar en el reino de los cielos. Empobrecerse pare entrar en el reino de Dios. La pobreza es un camino para llegar a Dios.
Jesús propone el camino de la pobreza no porque quiera poner dificultades y pruebas en nuestra vida para comprobar si nuestra fe es auténtica. Tampoco porque piense que los sacrificios y remuncias por sí mismos nos acerquen a Dios. Jesús nos propone el camino de la pobreza para llegar a una riqueza mayor que es la de Dios. Nos pide empobrecernos para que podamos a ser ricos de los bienes que de verdad traen la felicidad a la vida humana. Y es que los verdaderos bienes que colman la necesidad humana no se encuentran en las estanterías de los supermercados o de los grandes almacenes. Lo que de verdad llena el corazón humano es la amistad, el cariño de los demás, la sana satisfacción con la propia vida, el encuentro auténtico con otro ser humano, el disfrute de la naturaleza, la tranquilidad y la paz...Todos estos bienes no se compran. Simplemente se acogen como regalos y dones. Pero para recibirlos hay que vivir en apertura y sensibilidad hacia ellos. Y hay que preparar nuestro interior para la acogida. Puede ser que estemos tan pendientes del tamaño del coche que conducimos, de la etiqueta y la marca en el jersey o la camisa, o de llenarnos de aparatos que ignoremos las riquezas de la persona que está a nuestro lado; que no sepamos apreciar un paseo tranquilo.
Empqueñecernos, empobrecernos...Superar el afán de tener cosas, de comprar cada día más...Desapegarnos de las cosas es el camino para abirnos a las personas y a Dios; es el camino para llegar a otra riqueza más auténtica y permanente.

Evangelio Domingo 4 de Octubre de 2009 XXVII Domingo Tiempo Ordinario


Para siempre

Hoy en día, cuando un aparato electrónico se estropea no merece la pena mandarlo a arreglar. En la mayoría de los casos una reparación resulta tan cara como comprar un aparato nuevo. Si todavía estamos en el período de garantía podemos pedir que nos lo cambien por uno que funcione correctamente. Pero si la garantía ya ha caducado es mejor comprar uno nuevo.
Los usos del comercio y de la economía también pueden influir en el modo de entender las relaciones con las personas. Todos podemos sentirnos impulsados a comportarnos con las personas del mismo modo que lo hacemos con los aparatos estropeados. Las grandes empresas prescinden de los trabajadores cuando ya no les resultan rentables. Y todos nos tenemos que preguntar si no nos olvidamos y dejamos al margen a aquellas personas que creemos que no funcionan completamente como los ancianos, los enfermos, los discapacitados... El matrimonio y la relación de pareja también pueden funcionar con las leyes del mercado. Cuando una de las partes no aporta lo que la otra esperaba se cambia ya está.
En el evangelio de hoy a Jesús le preguntan si un hombre puede despedir a la mujer con la que ha contraído matrimonio. Los que preguntan quieren saber la opinión de Jesús sobre una tradición y una convección social. Pero para Jesús las personas y su valor son más importantes que las tradiciones y las convenciones sociales. En su respuesta nos dice que el matrimonio es una relación entre personas. Cada persona es una realidad única e irrepetible. Por eso, las personas no se pueden cambiar aunque nos defrauden en nuestras expectativas y en nuestros deseos. Las funciones se cambian. Las personas son insustituibles. El matrimonio es más que una relación de funciones. Es la unión de quienes un día se descubrieron como realidades únicas e insustituibles. El “para siempre” de la unión matrimonial es una consecuencia del carácter único e irrepetible de las personas.
La aspiración de Jesús a este modo de relación parece muy exigente, pero toca el corazón humano. ¿Quién de nosotros quiere ser considerado como una realidad intercambiable? ¿Quién de nosotros no quiere se considerado como una realidad única? Independientemente de algunos casos particulares en los que ya no es posible la convivencia, “el para siempre” de la unión matrimonial es un ideal a mantener. No se trata de hacer valer una norma antigua o una tradición. Lo que está en juego es la dignidad y el valor de las personas.
Evangelio del Domingo 27 de septiembre
XXVI Domingo del Tiempo Ordinario




TIEMPO DE PODA

En los trabajos de jardinería el plantar es un arte. Hay que saber cuándo y cómo se siembra una semilla o se planta un retoño. Pero tan importante como plantar es saber arrancar las malas hierbas. Los buenos jardineros están atentos a las malas hierbas que crecen y las arrancan cuando es necesario. De este modo, impiden que los retoños jóvenes puedan ser ahogados por hierbas extrañas.

Lo que sirve para el crecimiento de las plantas también sirve para el desarrollo de nuestra persona y de nuestras cualidades. Cada uno de nosotros está dotado de unas determinadas cualidades. Hacerlas crecer y fructificar es tarea nuestra. Del ejercicio, de la práctica de nuestras cualidades, depende nuestro crecimiento personal. Pero para desarrollarnos no sólo tenemos que cultivar nuestros dones. Tenemos que estar atentos a las costumbres extrañas que se pueden adueñar de nuestra vida y echar a perder nuestras capacidades


En el evangelio de hoy Jesús dice que si nuestras manos, nuestros pies, nuestros ojos, pueden echarnos a perder nuestra vida es mejor arrancárselas antes. Con estas palabras Jesús se refiere a las cosas que pueden echar a perder la vida. Igual que el jardinero sabe arrancar lo que no pertenece al jardín también nosotros tenemos que saber arrancar lo que no pertenece a nuestra vida. Todos tenemos que preguntarnos cuál es el camino que recorren nuestros pies. Si el camino de nuestra vida sigue la dirección correcta. Si es el camino que nos conduce a la paz y la alegría. Todos tenemos que preguntarnos a donde dirigimos nuestra mirada, qué cosas realmente esperamos.


La imagen de arrancar la mano, el pie o el ojo es fuerte y puede ser utilizada para provocar miedo. Pero Jesús no quiere asustarnos. Quiere advertirnos de lo difícil que puede resultar romper con algunas costumbres. Todos sabemos que podemos hacer nuestra vida un poco más feliz, más sana, más plena. Pero para conseguirlo tenemos que cambiar algunos de nuestros modos de vivir. Y ese cambio no siempre es fácil. En el evangelio de hoy Jesús nos advierte que si queremos hacer que el jardín de nuestra vida florezca, debemos de empeñar en cuidarlo en vez de mirar tanto al jardín del vecino.

Taxi en Madrid

Una empresa hotelera ha hecho un estudio sobre los taxis en distintas ciudades del mundo. Los de Madrid aparecen en quinto lugar, destacando la amabilidad de sus conductores. Lo que les cuento me sucedió ayer en un taxi de esa ciudad. Pedí que me llevara a una dirección. El conductor no sabía exactamente la ruta a seguir, así que puso el navegador y siguió sus instrucciones. Al llegar, el taxímetro marcaba la cantidad de 7,68. Cuando le pregunté cuánto le debía, me dijo: "le voy a cobrar 6 euros, el navegador nos ha hecho dar una pequeña vuelta, y de seguir otra ruta hubiéramos llegado antes". La diferencia de dinero no es grande, pero me gusté el detalle. Pensé lo que se suele decir en estas ocasiones: "todavía queda gente honrada". Y aunque sea un topicazo es verdad. Todavía hay gente honrada que trabaja con ilusión, que no pretende engañar para obtener más beneficio, que tiene consideración con los demás. Mientras viajaba en el taxi, en la radio algunas madres y padres contaban sus experiencias con hijos que los maltrataban. Cada vez que alguien contaba su historia, el taxista se conmovía sinceramente. Con toda certeza, pertenece al grupo de la buena gente. Este taxista, para mí anónimo, me alegró el día y con su gesto hacía más bella todavía esa hermosa ciudad que es Madrid.

Evangelio del domingo 20 de septiembre. XXV domingo del Tiempo Ordinario


Cada cual en su sitio


En la mayoría de las reuniones sociales los asientos se encuentren distribuidos de antemano. Cuando vamos al cine, al teatro o a un concierto, en la entrada que recibimos se encuentra fijado el lugar que vamos a ocupar durante la representación. En las comidas de boda se ha hecho frecuente que, antes de entrar al comedor, una lista colgada de un tablón nos avise del lugar que cada uno ha de ocupar durante el banquete. Es importante prestar atención al lugar que se nos asigna para evitar pasar por el apuro de ser movidos de nuestro asiento.
En la vida una de las tareas que todos tenemos que resolver consiste en encontrar el lugar que debemos ocupar. El sitio desde el cual nos abrimos a la conversación y a la relación con los otros.
En el evangelio de hoy Jesús distribuye los asientos y los lugares de sus discípulos. Es una manera de decirnos cuál es el lugar que como cristianos tenemos que ocupar en la vida. “Quien quiera ser el primero que sea el último de todos” – nos dice Jesús-. Nos damos cuenta que en estas palabras el orden de la distribución es diferente al que corrientemente se establece. Los que ocupan las primeras plazas no son los que se encuentran mejor situados. Lo están los que se encuentran en los últimos lugares.
Estas palabra de Jesús sólo las podemos entender si nos damos que proceden de ver la vida de otra manera. De dirigir una mirada distinta sobre la cosas. Jesús tiene ojos para los que todavía no han encontrado su lugar en la sociedad, para aquellos que de alguna manera se encuentran fuera de la fiesta. Por eso, después de pronunciar las palabras sobre el lugar que corresponde a sus discípulos, toma a un niño, lo abraza y lo pone en medio del grupo. Ese niño representa a todos los que se encuentran al margen. Quien acoge a ese niño y lo que ese niño representa, acoge al mismo Jesús.
La fiesta de la vida sólo alcanza su esplendor cuando todos pueden entrar en la sala. Si el cristiano está llamado a sentarse en los últimos lugares es para estar más cerca de los que se encuentran fuera de la fiesta y ayudarlos a entrar. Una fiesta que nunca será completa hasta que todos hayan llegado a la sala.

Contestar en misa

Este verano he tenido la ocasión de participar en la Eucaristía como fiel cristiano. Me ha llamado la atención la timidez en la voz de los que asisten. Cuando el sacerdote inicia alguna invocación que debe ser seguida por los asistentes, la respuesta de la asamblea apenas es perceptible. La mauyoría responden en un tono de voz que ni siquiera puede ser escuchado por quien se encuentra en el mismo banco. Uno se pregunta si esa respuesta, apenas susurrada, es resultado del respeto que impone el templo, o es un reflejo del apocamiento a la hora de proclamar publicamente la condición de cristiano en una sociedad secularizada. También es verdad que a veces el tono de la respuesta no es más que la correspondencia a la actitud alejada y desinteresada, que sin pretenderlo, transmiten algunos sacerdotes cuando celebran. Sea lo que sea, me parece que es algo que entre todos deberíamos revisar y mejorar. En otros países las respuestas de la asamblea son pronunciadas con claridad y rotundidad. Y no es un asunto menor. Si la Eucaristía evangeliza pues es la expresión de la vivencia de la fe, los que vivimos la fe con alegría, convicción y firmeza, deberíamos transmitirlo en nuestra voz. También cuando respondemos en misa. Aunque, a veces, el tono del que presida no invite a ello.

Evangelio del domingo 13 de septiembre XXIV del Tiempo Ordinario














La pregunta del apuro

Cuando alguien da clases o simplemente anima la reflexión de un grupo a veces llega el momento de la pregunta del apuro. Es cuando alguien dice: "Todo eso que usted nos ha explicado está muy bien, pero en la vida cotidiana ¿usted como lo afronta? ¿Cómo lo resuelve'?". La pregunta del apuro es la que no nos deja mantener la distancia de la teoría respecto al objeto de nuestro discurso. Es la que nos compromete personalmente.

Cuando Jesús pregunta a sus discípulos: "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?", les dirige la pregunta del apuro. Jesús no les pregunta por la respuesta que dice el catecismo o un libro de teología. Jesús les hace una pregunta personal. Podríamos traducirla a nuestro lenguaje diciendo, "¿qué papel juego yo en vuestra vida?", "¿que lugar ocupo en vuestras motivaciones e intereses?"

Es una pregunta que todo cristiano tiene que responder. Y el evangelio nos recuerda que esa pregunta dónde mejor la podemos responder es camino del calvario. Jesús es la fuerza de Dios para nuestra vida. Y esa fuerza se hace valer sobre todo allí donde lo humano sufre y duele. Allí donde se precisa del amor, la solidaridad y la ternura para hacer valer la dignidad de lo humano.

De Procesión en Almería


He tenido la suerte de participar en Almería en la Procesión de la Virgen del Mar, patrona de la ciudad. El acto me ha levantado esperanza. Eran muchas las personas que durante todo el recorrido se reunieron en las calles del itinerario para ver pasar a su Virgen. Muchas más de las que yo esperaba. Sé que en estos actos no todo es religiosidad. Y también empuja la tradición, la costumbre o simplemente asistir a un espectáculo estéticamente hermoso. Pero me sorprendió mucho la actitud de respeto de la mayoría. Algunos se santiguaban al paso de la Patrona. Quienes disfrutaban de una tarde de final de verano en una terraza, no dudaron en levantarse cuando la procesión pasaba a su altura. Y no eran sólo personas mayores los que lo hacían. Adolescentes, sentados en los peldaños de los portales, también se ponían en pie cuando la Virgen pasaba por su lado. Y ví como muchos padres también levantaban a sus pequeños , que agurdaban sentados en las aceras, para decirles desde ahora, que a la patrona se le debe un respeto. Es verdad que algunos comían pipas y palomitas mientras contemplaban la procesión. Pero la tónica de la mayoría le hace a uno albergar la esperanza que, en el futuro, segurián siendo más los que se santigüen que los que coman pipas. Al término de la procesión el obispo de Almería elevó una oración sencilla, sentida y pegada a la realidad de todos los asistentes. Pidió la bendición a la patrona, acordándose en primer lugar, de los afectados por la crisis, de los inmigrantes que llegan a las costas de la región, de los ancianos y los niños...Para que luego digan que a los obispos no se les entiende y que la religión aleja de la realidad...En fin, una jornada llena de religiosidad, fervor y devoción, que todavía se mantiene viva en España.

¿Quienes les han empujado?

En España hemos leído una noticia de periódico horrizados. Una niña de 13 años ha sido violada por cinco jóvenes, cuatro de ellos menores. La acción fue planeada y realizada conscientemente. En las primeras declaraciones al juez parece que sabían lo que hacían y no le daban importancia. Un menor de edad, lo es, entre otras cosas por no tener suficiente capacidad para sopesar el alcance de sus acciones. Por no tener una capacidad de decisión sopesada que contemple todas las dimensiones de su acción. En la decisión de un menor juega un papel mayor la presión ambiente. No quiero miimizar la responsabilidad personal de cada uno en esta acción. La tienen y la sociedad la puede y la debe reclamar. Pero todos nos debemos preguntar qué factores les han empujado a esta acción. ¿Qué les ha hecho ciegos para el dolor y el daño que causaban a otra persona? Es cierto que el alma humana y la sociedad es capaz de lo mejor y lo peor. La educación siempre se ha situado en el filo entre las tendencias del bien y del mal. Hasta ahora parecía que tenían más fuerza y se imponían las del bien. Pero una empieza a temer que en muchos terrenos las tendencias del mal, es decir, las fuerzas más animales, los peores instintos empiezan a imponerse. Los cinco jovenes son responsables de lo que han hecho. Pero no podemos ignorar que también les ha empujado a ello una manera de entender la sexualidad como desahogo, juevo y prueba de poder. Una concepción de la otra persona como instrumento de mis necesidades...Referencias que cada día pasan delante de nosotros en la publicidad, el ciene, las series televesivas, las conversaciones...Al final esas referencias tienen consecuencias y hacen daño.

Reprobación al Papa

Algunos dipuados han propuesto que el parlamente español repruebe al Papa Benedicto XVI por la doctrina expresada en su viaje a África respecto al problema del SIDA. Los parlamentarios españoles seguirían el mismo camino que sus colegas belgas. Sería importante tener en cuenta lo que el Papa realmente dijo y si esas ideas ayudan o no a vencer esta enfermedad. Pero además de la cuestión de contenido la iniciativa resulta extraña. Las ideas expuestas y propuestas por el Papa, como todas las ideas son para ser discutidas y rebatidas, pero no para ser reprobadas. Las conductas y actitudes pueden ser objeto de reprobación. Pero no las ideas, que son resultado del ejercicio libre del pensamiento. A no ser que haya quienes quieran limitar la libertad de pensamiento de la Iglesia.

¿Usted es católica?

Le pasó a una amiga mía. Se encontraba en un parque sentada disfrutando del sol de primavera. Llegó una señora mayor acompañada de alguien que parecía atenderla. Después de preguntar si podía sentarse allí, tomó asiento. Poco a poco iniciaron una conversación. De repente la mujer le preguntó, "¿es usted católica?, si me permite la pregunta". Mi amiga le respondió que sí y que la fe representaba mucho en su vida. La mujer replicó. "Me lo había figurado, no hay más que ver su rostro alegre y pacífico". Me ha gustado la apreciación de esa mujer. La fe se refleja en el rostro, que irradia alegría y paz. Los teológos a veces lo decimos de manera más complicada. Ser católico es vivir en gratitud y comunión con todos y todo. La gratitud es el lenguaje del contento de la vida. La comunión es la paz y la reconciliación con lo que nos rodea. La fe no hace la vida más fácil, pero la hace más intensa.

Comienzo

Tras varios intentos inauguro este blog. Confío en que sea un espacio de encuentro y de intercambio. Un rincón en el que pueda ofrecer pensamientos, reflexiones y sugerencias, que quizás puedan ser de utilidad a otras personas. No pretendo más que hacer una parada en el camino de la vida y compartir con otros la impresión que va provocando en uno el paisaje que nos envuelve; alguna experiencia acumulada en el recorrido realizado; preguntas susurradas por el viento. Si llegas hasta aquí que sepas que eres bienvenido.