XXVI Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo C, Lc 16, 19-31. Domingo 26 de septiembre de 2010

Todavía estamos a tiempo de intentarlo

Hace algún tiempo me contaba alguien que había presentado a un grupo de niños la historia del rico y del pobre Lázaro del evangelio. Es el evangelio de este domingo (se puede leer al final del comentario) A los niños no les gusto nada el relato. Decían que quizás el rico no se había dado cuenta que el pobre estaba a su puerta. Además el rico no parece que tuviera su riqueza de manera injusta. Incluso cuando en la historia es llevado al infierno tras su muerte allí no se queja, simplemente pide un poco de agua y se preocupa de su familia. El rico no parece ser una mala persona.

Sin duda llama la atención el modo en el que Jesús critica la riqueza y las actitudes de los ricos. Sus palabras son duras y por eso podemos tener la tendencia de aminorarlas o embellecerlas. Y lo que es preciso es que las entendamos bien. Sobre todo nosotros que vivimos en la parte rica del planeta tierra.

Me parece que Jesús no condena la riqueza ni los ricos porque en sí sean algo malo o maldito. Jesús condena la ceguera de la riqueza y de los ricos. Condena quienes solamente tienen ojos para el dinero y por eso no ven las necesidades de otros seres humanos. Jesús nos advierte de hacer del dinero nuestra única preocupación, hasta el punto de despreocuparnos de otras cosas más importantes en la vida. La riqueza y la abundancia pueden hacernos ciegos para los problemas de los otros.

Precisamente quienes vivimos en países ricos podemos olvidar que a nuestras puertas hay muchos Lázaros necesitados. Las sociedades de la abundancia estamos rodeadas de personas y grupos humanos a los que les falta lo necesario para vivir dignamente. Es verdad que el problema de la pobreza en el mundo es complejo. Es cierto que no sirven formulas fáciles y palabras bienintencionadas. Pero ignorar la realidad, o mirar para otro lado, nos hace inhumanos.

En el evangelio Dios nos dice que todavía es tiempo para pensar un mundo más justo y para ponernos en camino de alcanzarlo. Cada uno de nosotros podemos aportar un grano de arena. Para ello se me ocurren algunas propuestas.

1. No hagas del dinero lo único importante de la vida. Más importante es la familia, la amistad, la honestidad, la fidelidad a la conciencia.

2. No mires nunca con desprecio a una persona necesitada. Es verdad que a veces pueden mentir o engañarnos para conseguir algo de dinero, pero es su situación y no la maldad la que les lleva a actuar así. Por placer y gusto nadie vive en la calle, pide dinero o emigra a otro país. 

3. Es verdad que dar dinero a un necesitado no es siempre la mejor manera de ayudarle. Pero aunque le niegues la limosna que tu "no" vaya acompañado de una sonrisa de aprecio y de estima.

4. No caigas en la tentación del consumo. Gasta sólo lo que puedas pagar y compra solamente lo que de verdad necesites.

5. Piensa en las personas que a tu alrededor o en otros países tienen más carencias que tu, y si puedes colabora con alguna organización caritativa de la iglesia católica (son las más eficaces)

6. Vive sencillamente y goza de las cosas buenas y pequeñas de la vida: un paseo por el campo, un rato de soledad y oración, beber un vaso de agua.

7. Y recuerda siempre que todavía estamos a tiempo de alcanzar la fraternidad, la paz y la justicia.

Texto del evangelio del domingo

Evangelio según San Lucas 16,19-31.
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes.
A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro,
que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.
El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.
Entonces exclamó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan'.
'Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento.
Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí'.
El rico contestó: 'Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre,
porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento'.
Abraham respondió: 'Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen'.
'No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán'.
Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'". 




LA DESPEDIDA DE UN BUEN PÁRROCO Y UN CURA BONDADOSO

D. Baldomero Rodríguez se despide 
de la parroquia de Sta. Catalina (Majadahonda - Madrid)

El pasado domingo, día 19 se despedía de la parroquia D Baldomero Rodríguez. Había servido a la comunidad parroquial de Sta. Catalina Mártir en Majadahonda-Madrid, durante más de 30 años. Baldomero es un buen párroco y un cura bonachón y experimentado. Comenzó su actividad en Palomeras, cuando aquella barriada obrera de Madrid estaba formada por humildes casitas (evolución de unas primeras chabolas), que albergaban a castellanos, andaluces y extremeños, transportados a Madrid por un desarrollo industrial incipiente. Desde los años 80 ejerció como párroco en Majadahonda. Es decir, vió también como este pueblo  se transformaba en una zona residencial para quienes buscaban unas condiciones de vida más tranquilas que las que ofrecían las bulliciosas barriadas de Madrid.

Baldomero es un cura de los que en España vivió y construyó el posconcilio. Viste sencillamente, es cercano a la gente y atento a la problemática social de la parroquia. Entiende que la Iglesia es una comunidad en la que todos, sacerdotes, religiosos y laicos tenemos un papel activo. En su haber está el haber formado una parroquia participativa en la que se espera que los laicos digan algo más que "amén". Se ha preocupado de su formación teológica y se ha mantenido actualizado con lecturas y participación en cursos. Y no olvidaba nunca el encuentro semanal con otros compañeros sacerdotes y los ejercicios espirituales anuales.

Hace algunos años había muchos sacerdotes como Baldomero. Hoy van quedando menos. En las parroquias de Madrid comienzan a ser sustituidos por otros sacerdotes de otro estilo. Suelen vestir ropa clerical, son puntillosos en la corrección litúrgica, y más celosos en la diferencia entre sacerdotes y laicos.

No soy ningún nostálgico del pasado, y sé que hoy vivimos otro momento socio-religioso en el que quizás haya que acentuar la presentación de las señas de identidad. Me parece bien que en ocasiones los sacerdotes vistamos con ropa clerical, y todos deberíamos celebrar con más solemnidad la liturgia. Pero todo ello tiene que tener siempre como horizonte lo que la generación de D. Baldomero tenía muy claro: el servicio a la gente y a sus necesidades; la atención y el cuidado pastoral de la comunidad. la profundización en el evangelio. Sin este  horizonte todo lo otro podría ser una mecánica vacía, o lo que es peor, esconder apetitos ocultos de dominación y distinción personal.

Como sacerdote y colaborador en alguna de las tareas de la parroquia de Sta. Catalina, estoy agradecido a D. Baldomero por su cordialidad y acogida fraternal. Y le doy las gracias por ser de esos curas que nos recuerdan lo fundamental de un sacerdote: el servicio. Gracias Baldomero y disfruta de tu jubilación. Te la tienes merecida

Homilia domingo XXIV Tiempo ordinario Ciclo C. Lc 16, 1-13

 De todas las cosas se puede aprender algo

Es una frase que solemos repetir. Sobre todo cuando tenemos una experiencia negativa. Y es verdad, de todas las situaciones en la vida podemos obtener una enseñanza. En el evangelio de este domingo parece que Jesús también comparte esta opinión. Y por eso nos pone como ejemplo la conducta de un bribón. No porque su modo de proceder sea el correcto, sino porque su conducta, que es condenable, guarda una actitud que puede ser imitada en algún sentido.

De este modo Jesús nos dice que el evangelio y nuestra relación con Dios no es sólo cosa de los domingos y de momentos especiales. Cualquier situación de la vida y cualquier conducta y comportamiento, por insignificantes que sean, tiene que ver con Dios.

Jesús nos habla de un mal adminsitrador que, ante el anuncio de ser despedido, convoca a todos los acreedores de su señor y les anula una parte de sus deudas. De este modo, los deudores estarán ahora en deuda con el administrador, y éste podrá recurrir a ellos a pedirles ayuda cuando se encuentre en necesidad.

Jesús pone esta actitud como ejemplo no para fomentar la estafa. Quiere llamar la atención sobre el modo de salir de las dificultades y las crisis. ¿Cómo superar una situación de dificultad? ¿Cómo salir de un problema? De nada nos sirve recurrir a lo que Dosotjewskil lamaba el dulce veneneo de la autocompasión. De nada nos sirve la queja. Tenemos que desarrollar una actitud creativa y creadora ante nuestros problemas y dificultades.

A sus segudiores Jesús les propone la habilidad y decisión de el estafador. Para entrar en el Reino de Dios y para servir a ese Reino hay que actuar con decisión y habilidad. La fe no es sólo cuestión de palabras bonitas y buenos deseos. La fe se expresa en hechos, y para obrar son necesarias decisión y convicción. Eso es lo que le vamos a pedir a Dios en las celebraciones de este domingo. Mayor decisión y convicción para nuestra fe.

Jesús acaba con la famosa frase "no se puede servir a Dios y al dinero". El dinero es un instrumento para servirnos de él, pero no se le puede convertir en un ídolo al que servimos. Lo inteligente es servirse del dinero para hacer el bien, para desarrollar la humanidad. Lo estúpido es servir al dinero.