Homilía 16 domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. Domingo 22 de julio de 2012


LA FUENTE DE LA COMPASIÓN

Una de las obras más conocidas de Alberto Durero, afamado pintor y grabador del renacimiento alemán, es las “Manos Orantes”.

Esta es su historia: Alberto Durero y Franz Knigstein eran dos jóvenes amigos que luchaban contra toda adversidad por llegar a ser artistas. Como eran muy pobres y no tenían ningún mecenas que los ayudara, decidieron que uno de ellos estudiaría arte y el otro buscaría trabajo y sufragaría los gastos de los dos. Pensaban que, cuando el primero culminara sus estudios y ya fuera un artista, con la venta de sus cuadros podría subvencionar los estudios del compañero. Echaron a suertes para decidir quién de los dos iría primero a la universidad. Durero fue a las clases y Knigstein se puso a trabajar. Durero alcanzó pronto la fama y la genialidad. Después de haber vendido algunos de sus cuadros, regresó para cumplir su parte en el trato y permitir que Franz comenzara a estudiar. Cuando se encontraron de nuevo, Alberto comprobó dolorosamente el altísimo precio que había tenido que pagar el compañero. Sus delicados y sensibles dedos habían quedado estropeados por los largos años de duro trabajo.
Tuvo que abandonar su sueño artístico, pero no se arrepintió de ello, sino que se alegró del éxito de su amigo y de haber podido contribuir a ello. Un día, Alberto sorprendió a su amigo de rodillas y con sus nudosas manos entrelazadas en actitud de oración. De inmediato, el artista delineó un esbozo de la que llegaría a ser una de sus obras más famosas “Manos Orantes”.

Es uno de los cuadros más bellos, y también más reproducidos de Durero. Sin duda el artista volcó en ellos toda su gratitud hacia su amigo. La obra es un reconocimiento a la generosidad y la entrega. ¿Cómo lograr unas manos generosas, entregadas, que sepan dar? La fuente está en lo que estas manos del pintor alemán representan: la oración.

Con mucha frecuencia nos preguntamos ¿cómo provocar la compasión? ¿cómo podemos abrir nuestros corazones a las necesidades de los demás? ¿cómo poder encontrar fuerzas para tratar fraternalmente a nuestros semejantes?

En el evangelio de este domingo se cuenta que los discípulos tras regresar junto a Jesús de misionar, se retiraron a descansar a un sitio retirado. El relato termina con la descripción de la mirada compasiva de Jesús. Es el retiro, la oración, la que se convierte en la fuente de la mirada compasiva de Jesús.

La oración no consiste en decir muchas cosas a Dios. Simplemente se trata de estar en su presencia para dejar que su aire nos purifique y nos renueva llenándonos de energía. Se trata de que su presencia amplíe el horizonte de nuestra mirada y nos permita que percibamos como hermanos aquellos que sentimos más alejados. La oración es el momento de abrirnos a las necesidades de los demás.

La oración es el oasis del corazón y del alma, el lugar al que podemos acudir a reponer fuerzas, a descansar en Dios, a cargarnos de energías para seguir en el camino del bien.