EL ALCALDE BUENO
Jesús hablaba en parábolas para decirnos cómo es Dios. Las parábolas son narraciones sobre hechos que de alguna manera sucedieron de verdad en los lugares en los que Jesús vivió. El los recogió para decirnos cómo es Dios con nosotros. Si Jesús hubiera vivido en el siglo XX nos habría contado la parábola del alcalde bueno.
Es un hecho que sucedió en realidad en la ciudad de Nueva York en la década de los años 30. En aquellos años la ciudad tenía un alcalde muy popular y recordado. Era un hombre de origen italiano. Y hoy muchos lugares de esta ciudad (plazas, escuelas y hasta uno de los aeropuertos llevan su nombre): Henry La Guardia. Fue una persona que en los años de la gran depresión, en los que la crisis financiera dejó a muchos en el desempleo, promovió muchas actividades sociales para cubrir las necesidades: comedore, albergues. Fue también un gran luchador contra la corrupción. Entre sus acciones a veces aparecía sin avisar en los tribunales municipales que juzgaban delitos menores, y los seguía escondido entre el público o el mismo los presidiía.
Cuentan que en una ocasión llegó a uno de esos tribunales y comenzó a presidirlo. Le acercaron un hombre al que habían sorprendido robando en una panadería. El alcalde le miró y le dijo: "Buen hombre, entiendo tu situación pero yo tengo que aplicar la ley. Te condeno a pagar una multa de 20 dólares. Y si no tienes dinero para pagarla, tendrás que ir a la cárcel. Un silencio recorrió la sala.
En ese mismo momento el alcalde hecho mano a su bolsillo del pantalón, sacó su cartera y depositó sobre la mesa un biellete de 20 dólares, y dijo: "Aquí está el dinero para pagar la pena". Y a todos los asistentes les impongo una multa de 10 céntimos por vivir en una ciudad en la que algunos tienen que robar pan para comer. Y el ujier recogiendo esa cantidad de los asistentes se la entregó al hombre. De este modo no sólo salió en libertad, sino con algo más de dinero del que había entrado.
En el evangelio de hoy, San Juan dirigéndose a Jesús le dice: Tu eres el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La manera que Jesús tiene de perdonar el pecado del mundo es la del alcalde de esta narración. Se pone en nuestro lugar y nos libera, nos empuja a ser mejores, nos abre al futuro.
Por eso, porque Jesús nos perdona de esta manera. Porque es la misericordia de Dios, Jesús es el corazón del mundo. Es el latir silencioso de la marcha de la historia.