2 Domingo del tiempo ordianrio. Ciclo C.17 de enero de 2009



"Quien ama a los hombres quiere su alegría"

Quien ama a los hombres quiere su alegría. Es una frase recogida en "Los hermanos Karamazov" precisamente en un capítulo dedicado a comentar el pasaje de las bodas de Caná. El primer milagro de Jesús según el evangelio de Juan tiene como fin servir a la alegría y el contento. Jesús trae la alegría de Dios.

La alegría ha sido siempre para los cristianos un signo de la cercanía de Dios. Para los escritores del primer tiempo del cristianismo la aelgría era un signo distintivo de la fe auténtica. Y de la mayoría de los santos se ha transmitido que eran personas alegres.

La alegría no se compra, no se fabrica, no se produce, no se ordena. La alegría se recibe y surge de los profundo de nuestro ser cuando nos sentimos comprendidos, acogidos y apoyados. Cuando percibimos que nuestra vida vale e importa a alguien. La alegría es fruto del amor.

Jesús viene a traernos la alegría que brota del amor. Para ello no transforma sólo el agua en vino. Eso es un signo de la transformación que Dios opera en cada uno de nosotros. La gracia y la fuerza de Dios quiere transformar nuestra indiferencia en participación, de manera que no sólo pensemos en nosotros mismos sino que tengamos sentimientos para las necesidades de los otros. También quiere transformar nuestro descontento en agradecimiento para que la vida pueda sabernos mejor. Transforma nuestro miedo en confianza.

Es posible incluso que hayamos perdido el sentido para la auténtica fiesta y la auténtica alegría. El evangelio nos ofrece siempre pautas para una vida en confianza y en apertura a los otros. Jesús que es portador del amor de Dios a la humanidad nos trae su alegría, porque quien nos ama nos quiere alegres.