Homilía 1 domingo de Cuaresma. Ciclo A. 5 de febrero de 2017



La tentación de saltar el límite

Cada vez que remaos el Padrenuestro pedimos: "No nos dejes caer en la tentación". La tentación es una realidad presente en la vida humana, porque el mal, aunque no queramos verlo existe. Y nos rodea y nos amenaza.
El ser humano experimenta la seducción del mal. Y lo experimenta de muy diversas maneras. Desde la desidia y la pereza que nos lleva a hacer las cosas sin interés, o a no hacer lo que debiéramos, hasta las formas más extremas de agresividad y violencia. En principio el mal nos repele y huimos de él. Pero nos amenaza y a veces sucumbimos a su poder porque se disfraza y se nos presenta en una forma oculta.. Se presenta bajo la apariencia de bien, o bajo alguna de las apetencias más humanas como la diversión, el placer, el engrandecimiento propio.
Es lo que sucede en el relato de las tentación de Jesús que escuchamos en este domingo. En las tentaciones de Jesús el mal se presenta bajo la forma de una aspiración correcta (ante el hambre no estaría mal que pudiéramos hacer de las piedras pan), o prometiendo satisfacer el ansía de grandiosidad del alma humana (si me adoras te daré todo este reino).
Las tentaciones que experimentamos, y experimentó Jesús, suelen jugar con los límites de nuestra vida y nuestra existencia. El mal suele llamarnos a derribar y saltar las fronteras de nuestra existencia, que casi siempre son una ocasión para profundizar en nosotros mismos y experimentar realmente lo que somos. Y nos equivocamos cuando en vez de tomarlas como caminos que nos llevan a lo profundo de nosotros mismos, las tomamos como pistas de aterrizaje para despegar hacia otros mundos, siempre cargados de irrealidad. Por ejemplo, el respeto debido a otras personas, es un límite que a la vez es un camino que nos lleva a entender lo profundo de lo humano, nos lleva a descubrir la serenidad que da la humildad y la sencillez en el trato con los otros. Peor si saltamos ese límite y pretendemos dominar y controlar a los otros, acabamos por deshumanizarnos, por volvernos caprichosos y arbitrarios en nuestro comportamiento.
La palabra griega para designar la tentación (peirasmos) tiene también el sentido de "prueba". En el ámbito escolar las pruebas sirven para mostrar en que lugar del aprendizaje se encuentra uno. Las pruebas se resuelven con esfuerzo, pero merece la pena porque a través de ella uno avanza y progresa.
También la tentación de Jesús fue una prueba que sirvió para manifestar que estaba asentado en Dios y fortalecer su relación con ese Dios, Las tres tentaciones de Jesús tienen un mismo tono, una mima finalidad. Apartarle del camino que conduce a Dios; arrancarle de su asentamiento en Dios.
Ante las tentaciones Jesús responde con paz, con firmeza y confianza en Dios. Esto es lo que pedimos para nuestra vida en este tiempo de cuaresma.

Homilía el miércoles de ceniza. 1 de marzo de 2017



 Frágil como el cristal y la porcelana
"Duro como la roca, frágil como el cristal", dice un dicho castellano. El cristal es un material delicado que hay que tratar con cuidado. Cualquier roce produce rasguños, grietas y con facilidad se puede hacer añicos. El cristal, como la porcelana, sr utiliza para describir la parte delicada de nuestra vida. Las personas somos de carne y hueso, y nuestro cuerpo es frágil. Como lo es nuestra vida y lo que con ella hacemos. No solo en nuestro cuerpo, también en nuestras vivencias, en nuestros proyectos y planes, experimentamos la fragilidad.
Cada uno de nosotros contamos en nuestra vida con alguna ruptura y alguna herida. Cada uno conoce los propios desgarrones. También es parte de nuestra vida el fracaso en alguna empresa, la frustración, el desengaño. Y cada uno sabe de sus contradicciones, su zona de sombras, sus callejones sin salida. Hay ocasiones en las que muros de distancia se levantan entre nosotros y otras personas con las que tuvimos relación.
Y la pregunta que todos tenemos que plantearnos es ¿qué hacemos con las heridas y desgarrones de nuestra vida?
Una respuesta es ocultarlas e ignorarlas. Otra puede ser enmascararlas en un aspecto de normalidad, de qué todo nos va bien. Otros huyen y busquen alguna escapatoria: la diversión, los viajes, el alcohol, algún tipo de droga, las compras compulsivas, o cualquier otra actividad que parece hacer la vida un poco más soportable. Pero lo sabemos de los desgarrones interiores, como de las heridas del cuerpo, en el fondo ni podemos huir, ni las podemos enmascarar, ni ignorarlas. Nos persiguen allá donde vamos.
Hay quienes buscan ayuda en terapeutas y otras formas de meditación. Con todo el respeto y el reconocimiento a terapeutas y psicólogos, nos tenemos que preguntar si pueden sanar del todo nuestras heridas. Nos pueden ayudar, y mucho, sin duda. Pero la salvación viene de otro lugar.
Por eso, podemos preguntar de nuevo, que hacemos con la parte oscura, incluso con la suciedad que hay en nuestra vida, qué hacemos con la culpa, las rupturas, las frustraciones. Quién nos puede ayudar, quien puede sostenernos, quién está de nuestro lado, quién nos acompaña en el camino
Yo creo que son preguntas que nos ayudan a entender el sentido de este día, del miércoles de ceniza. No estamos aquí para cumplir un rito extraño o para cumplir con una tradición; ni siquiera venimos a recordar melancólicamente que la vida es pasajera y todos volveremos al polvo del que vinimos.
Estamos aquí para reconocer en lo profundo de nuestro ser que somos frágiles y necesitamos sanación. Y que ésta viene de Dios. El gesto de recibir la ceniza expresa que somos criaturas, que la vida la recibimos de Dios. Que nuestra vida es resultado del amor de Dios, que nos quiere como somos. No como nos gustaría ser o cómo aparentamos ante los demás que somos. Dios te ha dado el ser porque te quiere del modo que eres. Al recibir la ceniza recordamos nuestra condición de creaturas y nos abrimos a recibir el amor creador de Dios. Este es el primer movimiento de este día de miércoles de ceniza.
Cuando recibimos el amor de Dios que nos quiere cómo somos se abre ante nosotros un nuevo horizonte de cambio y transformación.. Sostenidos en el amor de Dios podemos intentar ser mejores cada día. Por eso el segundo movimiento de este miércoles de ceniza es la llamada a la conversión: "Conviértete y cree en el evangelio". El sí de Dios a nuestra persona es la confianza que necesitamos para poder emprender de nuevo el camino de nuestra vida. Por eso el tiempo de cuaresma es un tiempo de conversión. O lo que es lo mismo un tiempo de renovación.
Todo ello lo experimentamos y vivimos cuando nos ponemos bajo la cruz. El lugar en el que Dios expresó su amor a la humanidad, su confianza en cada uno de nosotros.