Homilía 3º domingo de Pascua. 18 de abril de 2010. Jn 21, 1-19

 Resurrección en la vida cotidiana

Los relatos de la aparición del resucitado no son reportajes de prensa. Por eso hay que preguntar por el significado de las imagenes que se utilizan en estos relatos.

En el de este domingo los discípulos se encuentran pescando en Tiberíades. Es curioso que aquellos que dejaron las redes para seguir a Jesús, aparezcan ahora afanados en su antigua profesión. Parece como si la muerte de Jesús hubiera acabado con la posibilidad de una nueva vida. Y ahora han regresado a la región de la que partieron y se encuentran ocupados con su antiguo trabajo. Al final han vuelto a lo de siempre. Como suele decirse: para este viaje no eran necesarias aquellas alforjas. 

Y además, como les ocurría antes: la pesca no es una actividad fácil. Hay días que capturan algo, pero hay otros muchos, como es el caso del relato, que tras toda una noche de trabajo no se logra traer al puerto ningún pescado. De nuevo la dureza de la faena y los vacíos de siempre. En ese momento aparece Jesús y pregunta si tienen algo para comer. Y los discípulos responden que no. Reconocen lo que tanto cuesta de reconocer: su vacío y su fracaso. Y es en ese momento de sinceridad cuando Jesús les ordena echar de nuevo las redes. La palabra de Jesús parece una provocación. Llama a intentarlo de nuevo más allá de las costumbres y la resignación... Allí donde se escucha la palabra de Jesús hay resultados. La pesca es abundante. Y cuando regresan, el mismo Jesús les espera preparando la cena. No son ellos los  que la tienene que preparar. Es una manera de recordar que la fuente de nuestras energías no está en nosotros mismos. Está en la palabra y en la presencia del Señor.

Lo experiencia de los discípulos es nuestra misma experiencia. Al principio vivimos todo con entusiamo e ilusión: el matrimonio, el trabajo, las relacioones con los vecinos..Pero con el paso del tiempo las cosas no suceden como esperamos. No se cumplen nuestras expectativas. Aparece la desilusión, la monotonía y la duda. Y en esos momentos podemos escuchar la voz de alguien que nos dirige una palabra que ya habíamos oido y que nos rescata del mar de la desilusión. La voz que nos invita a intentarlo de nuevo, a empezar otra vez...Si escuchamos esa palabra lo nuevo puede irrumpir en nuestra vida.

La resurrección no se encuentra sólo en la mañana soleada y primaveral del domingos de gloria La resurrección es un acontecimiento que quiere brotar e irrumpir en nuestra cotidianidad, en los días grises y rutinarios. Donde la ilusión se desvanece, donde el entusiasmo decae...allí podemos encontrarnos con la resurrección. Para ello sólo hay que escuchar y fiarse una vez más de la Palabra de la cual procede la vida.

Me reconcilio con la juventud

Últimamente no me sentía muy optimisma con las aspiraciones de los jóvenes. Me parecía que su única aspiración era la diversión y el salir con los amigos. No había manera de despertarles ningún interés cultural. Ayer tarde me lleve una sorpresa. Acudía a la presentación del último libro de uno de los grandes poetas de mi ciudad, Antonio Sánchez Zamarreño. Esperaba encontrar un pequeño grupo de personas, como suele ser lo normal en la presentación de libros. Mi sorpresa fue enorme. El aula magna de la facultad de filología estaba al completo, y la mayoría de los asistentes eran jóvenes. La sala se desbordó y muchas personas tuvieron que seguir el acto de pie. Y me llamó la atención el modo comoe estos jovenes estaban enel acto. Sentían de verdad la fuerza de los poemas que leía Antonio y reían con alegría sus comentarios llenos de inteligente ironía. Los jovenes -pensé- también disfrutan con la poesía. Al salir me comentaron que muchos eran alumnos de la facultad y del poeta. Y que ratificaban con su presencia lo que ya sabíamos. Que Antonio Sánchez Zamarreño es un magnifico profesor y una formidable persona. Que vive la enseñanza desde la relación personal...Y que despierta a otros al gusto por la poesía. Los jovenes, como todos, al fin y al cabo reaccionan ante lo que transmite y da. Si esto es poesía de la buena, saben acogerla. Si lo que se les ofrece es la vulgaridad de nuestra cultura oficial y de la sociedad de consumo, reaccionan con vulgaridad.

La obra de Zamarreño se llama "El paladar a la intemperie" y es una meditación sobre la muerte de los padres. Os dejo unos versos de esa obra. Unas líneas de su requiem a la muerte de su padre.

Padre:
                                              lo duro de la piedra
te sea piadoso,
                         así
como lo fuiste tú conmigo
algunos días sin veneno....

Pasamos un final de tarde magnífico. De esos que solamente son posiibles en  ese templo del saber y la cultura que es la Universidad; y en una pequeña ciudad universitaria, como Salamanca.