LIGEROS DE EQUIPAJE
A cualquiera de nosotros que
vamos por la calle con un bolso colgando sobre el hombro, nos podrían preguntar
que enseñáramos su contenido. Si me lo dijeran a mi les mostraría que el bolos
contiene la cartera con dinero y mis documentos, unas gafas de sol, pañuelos de
papel, dos bolígrafos y un lapicero, un libro, el periódico del día, una caja
de gelocatil, unas tiritas, el teléfono móvil, una agenda de direcciones, las
llaves de casa, un folleto publicitario de un comercio…
Cargamos con diversos
objetos en nuestras bolsas por si tuviéramos que recurrir a ellos, aunque es más
que probable que de muchas de ellas no hagamos uso. Llevarlas encima nos da un
poco de seguridad ante lo que nos pueda ocurrir. Lo mismo ocurre con otros
muchos objetos que rodean nuestra vida: pólizas de seguro, un coche grande, una
buena cuenta, ropa de marca…La lista puede ser muy grande. Nos rodeamos de
objetos que parecen darnos seguridad.
Si confrontamos nuestra
actitud con las palabras de este domingo vemos que se encuentran en cierta
contradicción. Jesús pide a sus discípulos que vayan por la vida con una bolsa
más ligera; que no se preocupen por llevar otra muda, o mucho dinero encima. Y
no es que Jesús reproche ser precavido y estar prevenido. Es que podemos
prestar tanta atención a las cosas que parecen darnos protección que podemos
olvidarnos de llevar otras cosas que son tan importantes.
Cuentan que en una misma
región había dos monasterios. Uno era muy rico y otro muy pobre. Un monje del
monasterio pobre visitó a otro del monasterio rico y le comunicaba que iba a
emprender una peregrinación a un lugar santo. Venía a despedirse y decía que
para su viaje solamente necesitaba el libro de rezos, un bastón y un recipiente
con agua para beber. El monje del monasterio rico le dijo que él también iba a
realizar una peregrinación y que estaba preparando el equipaje. Al cabo de un
tiempo el monje del monasterio pobre volvió a encontrarse con el de monasterio
rico. Venía a contarle todo lo que había vivido durante su viaje. Y le
preguntó: ¿Y tú, también pudiste hacer el equipaje? El del monasterio rico le
dijo: Todavía no he partido. Todavía estoy preparando el equipaje.
Así nos puede pasar en la
vida. Podemos caer en el peligro de querer cargar tanto nuestro equipaje que
nos perdamos el viaje. Podemos querer llevar tantas cosas que nos olvidemos lo
que de verdad debemos llevar. Jesús pide a sus discípulos que sanen a los
enfermos, que lleven una palabra de verdad y esperanza, un gesto de paz y de
perdón. Y eso es lo que debemos sobre todo llevar en nuestros bolsos: la paz,
el amor, la simpatía, la verdad, la esperanza. Debemos ir cargado de estas
cosas.
Para recibir todas estas
cosas que vienen de Dios tengo que vaciarme de otras, tengo que desapegarme de
tantos bienes que no me dejan mirar al cielo.