Domingo 1º de Adviento. Ciclo A . 28 de noviembre de 2010


 Vivir con intensidad
En una ocasión le preguntaron a una mujer cómo viviría si le dieran la oportunidad de comenzar de nuevo la vida. La mujer respondió:

"Si me dieran la oportunidad de comenzar hoy de nuevo la vida, charlaría menos y escucharía más, habría encontraría tiempo para escuchar al abuelo contarme de nuevo el relato de sus años mozos, me tiraría sobre el verde del jardín jugando con los niños sin importarme las manchas de verde en el pantalón,  vería menos televisión y contemplaría más la vida y las personas, al hijo pequeño que me besaba no le diría más veces: "Vale, ya está bien, vete a lavarte las manos que la mesa ya está puesta", encontraría la forma de compartir más con mi esposo, diría más veces "te quiero" y menos veces "lo siento". Pero sobre todo, si pudiera comenzar desde el principio, me apropiaría de cada minuto...lo miraría a fondo y lo viviría en plenitud. ¡Y no dejaría que se me escapase de las manos|!"

Cuando Jesús habla del final de los tiempos no es para asustar o meter miedo. No es eso. Nos quiere hacer conscientes del valor del tiempo que tenemos.  Y que no podemos desperdiciarlo en tonterías. En este primer domingo de adviento Jesús nos llama a permanecer en vela y en vigilancia porque no sabemos cuando llegará nuestro momento final, en donde nos encontraremos con Dios. Es el sentido del evangelio de hoy

Recordarnos que nuestros días están contados y que nuestra vida tendrá un fin algún día, resulta incómodo y suena a aguar la fiesta. Pero se trata sobre todo de advertirnos que pongamos intensidad en nuestra vida.

Se dice que no podemos añadir más días a nuestra vida, pero podemos poner más vida en nuestros días. No está en nuestras manos determinar el tiempo de nuestra existencia, pero sí lo está vivir con más intensidad lo que tenemos.

En el adviento se trata sobre todo de poner más intensidad en nuestra vida. ¿Cómo se hace eso, podréis preguntaros? Me parece que la respuesta nos la da la mujer del relato del principio. Se trata de volver a centrarnos en la fundamental de la vida. Que es nuestras relaciones con los demás, que es nuestra capacidad de riesgo, de entrega, de ser generosos.

Jesús nos habla del fin del tiempo para ayudarnos a preguntar qué cosas tienen que acabar en nosotros para que podamos tener más vida (¿el egoísmo, el miedo, la desconfianza...?). Y para darnos la oportunidad de empezar a vivir hoy de nuevo, sabiendo que cada momento de nuestra vida es un tesoro y no lo podemos desaprovechar con tonterías.

Alguien escribió: "Cada instante que Dios me da es un tesoro inmenso. No lo desperdicies. No estés siempre a la busca de qué sé yo que mañana. "Vive lo mejor que puedas, piensa lo mejor que sepas, y haz lo mejor que puedas, pero hoy". Porque el hoy será pronto mañana, y el mañana será pronto la eternidad."