Los sueños
Parece que hoy podemos vivir sin grandes sueños y
sin grandes visiones. Nos hemos acostumbrado a renunciar a la utopía, a
conformarnos con lo que hay, a aceptar “las cosas como son”. Y decimos que es
el precio de la modernidad. Que tenemos que ser prácticos y no despistarnos con
evanescencias románticas. Pero la modernidad significa de verdad ¿ausencia de
sueños y utopías? ¿Tenemos que resignarnos a un pragmatismo ramplón, incapaz de
pensar las cosas de otro modo?
A veces pensamos que los sueños son humo que se
lleva el viento. Que no sirven de nada y que nos alejan de la realidad. Pero
los sueños pueden ser la inspiración de Dios en nuestra vida, pueden ser la voz
de Dios que nos llama a vivir un mundo distinto y mejor.
En el evangelio de este domingo Dios habla en
sueños a José. Y le pide que acoja a María, que está encinta y espera a un
niño. Y José hace caso a su sueño, aunque no lo entienda del todo. Aunque
suponga romper con convenciones sociales, aunque suponga correr riesgos. Y
José, porque hace caso a su sueño colabora en la llegada del Mesías, en la
irrupción de la salvación en nuestras vidas.
El evangelio de hoy es una invitación a soñar y a
descubrir la voz de Dios en nuestros sueños. Dentro de unos días comienzan las
celebraciones de la Navidad. Tienen
algo de sueño porque anuncian un mundo distinto, un mundo de paz, de relaciones
cordiales y no agresivas, un mundo de fiesta y alegre que surge cuando nos
reconocemos como compañeros en el camino de la vida. A veces salimos al paso de
la navidad con una actitud de profundo escepticismos. Sabemos que el mensaje de
la navidad es bonito. Está bien que expresamos nuestros deseos de un mundo
mejor y en paz, que felicitamos a personas que hace mucho tiempo que no vemos,
que hagamos regalos a las personas que apreciamos. Pero en el fondo pensamos
que todas estas celebraciones no cambian nada.
Ciertamente la navidad es un sueño, el sueño de
Dios. Ese sueño podrá emepezar a cambiar las cosas si salimos a su encuentro no
como un juego que tenemos que jugar cada año, sino como una voz que nos llama a
comprometer nuestra vida. Que la celebración de nuestras navidades sea festiva,
pero que sobre todo animen nuestro compromiso por hacer un mundo mejor.