La fe que abre la puerta al perdón
“A ti te conozco”. Es una de esas frases
cuyo significado cambia con el tono de voz. Puede ser expresión de alegría en
el encuentro con una persona que no veíamos desde hace tiempo. Pero puede ser
también expresión de censura y reproche en forma de desconfianza.
Para conocer de verdad a otra
persona es necesario acercarse a ella con los ojos de la simpatía y el cariño.
Con cierta frecuencia miramos a los otros con los ojos de los prejuicios y por
eso no penetramos realmente en su realidad personal. Y lo que es peor, hasta
podemos pensar que nuestra mirada es la única correcta y reprochamos cortedad
de miras o ingenuidad a quien se acerca a otra persona con la mirada de la
simpatía y el afecto.
Esto es lo que ocurre en el pasaje
del evangelio de este domingo. Jesús está invitado a la mesa de un fariseo,
Simón. Una mujer pecadora se acerca y lava sus pies. El fariseo, que creía
conocer a esa mujer, concluye que Jesús no puede ser un profeta si no es capaz
de distinguir la clase de mujer que se le ha acercado. Pero los ojos de Jesús
ven tanto que también adivina los pensamientos de Simón.
Las palabras de Jesús desvelan la
dureza del corazón del fariseo y que hace de él un auténtico ciego. Solamente
es capaz de ver lo exterior y su mirada condena a la mujer a vivir encadenada a
su pasado. Jesús ve las cosas de otra manera. Ve lo exterior y sabe lo que ha
hecho esa mujer. Pero puesto que su mirada también penetra lo interior, sabe a
pesar de todo ha conservado un buen corazón; un corazón en el que hay lugar
para la simpatía, la admiración y el cariño. Y lo expresa en el gesto de lavar
los pies a Jesús.
El gesto de acercarse a Jesús en
público, el valor de interrumpir la comida de personas distinguidas es
expresión de algo importante. Su confianza en Jesús es más fuerte que el peso
de su pasado. Y no le importa exponerse a miradas y comentarios de reproche,
porque su admiración hacia Jesús es más fuerte que el miedo a los juicios de
los demás. Por todo eso, la mujer que se acerca a Jesús es modelo de fe. De una
fe que pone en movimiento. De una fe que abre a una nueva vida.
Quien sin ocultar su realidad, tiene
la valentía para acercarse a Jesús, ya se ha liberado en parte del peso del
pasado. Y se abre para recibir la gran alegría del perdón con el que comienza
una vida nueva.