II Domingo de Pascua
Fe Palpable
- Tomás el apóstol no tiene buena fama. Se le suele presentar como el desconfiado y el incrédulo. Como quien permanece en su cerrazón de no aceptar la resurrección cuando todos los demás lo daban ya como un hecho. Y sin embargo, la actitud de Tomás no nos tiene que resultar tan extraña. En cierta medida personifica una parte de nosotros mismos. La que duda y se interroga sobre la autenticidad de nuestra fe. Tomás es la figura que se presenta en el evangelio de este domingo.
- Aunque la expresión de Tomás resulte exagerada por su deseo de palpar al resucitado, su demanda no deja de expresar una realidad. Y es que la fe necesita puntos de apoyo. La fe no es un castillo en el aire. Se asienta en una vivencia, en una forma de experiencia. A Tomás no le falta algo de razón. Es cierto que la fe no puede contar con evidencias matemáticas. Como por otra parte nada que se corresponda con el ámbito relacional del ser humano puede contar con este tipo de evidencia. Ni la amistad, ni el amor, ni el apoyo de determinadas personas, está garantizado con una certeza irrefutable. Pero nuestras relaciones se sostienen sobre indicios y huellas. También la fe se edifica sobre indicios.
- Indicios de la fe hay varios y de diversos tipos. Entre ellos resalta la bondad que el corazón humano pueda acoger y reflejar en las relaciones con los demás. Que en la vida humana haya bondad, desinterés, generosidad…, aunque sea de manera fragmentaria e interrumpida, es uno de los mayores signos de la presencia de Dios. También la entrega de la Iglesia a la causa del ser humano. Entrega sostenida por esos signos de la presencia de Dios que son los sacramentos y la oración.
- En el evangelio de este domingo se nos presentan además dos huellas importantes. La primera: que la comunidad de discípulos no rechaza a Tomás cuando expresa sus dudas. Tomás es acogido en el grupo y es aceptado con sus interrogantes y dificultades. La comunidad es tan fuerte en su fe que tiene sitio para las dudas de Tomás.
- En segundo lugar: Jesús se adelanta a las dudas de Tomás y él mismo es el que ofrece la posibilidad de palpar su resurrección. ¡Qué gran noticia es esta! Dios pone a nuestro alcance los indicios de la fe. No se desentiende de la búsqueda y el interrogar humano si éste es honesto y sincero. Dios ama al ser humano y siempre tiene una forma de venir al encuentro del que lo busca. La búsqueda puede ser larga. Tomás necesitó una semana; otras personas necesitan años; algunos toda una vida. Pero al final, Dios siempre se encuentra con sus criaturas.
- Este evangelio también contiene un mensaje para todas esas personas que ven con tristeza como sus hijos se alejan de esa fe que es tan importante para ellos. Hoy se nos recuerda que la fe no se impone. No se puede obligar a creer. Es una decisión de la libertad humana. Pero Dios no se despreocupa de nosotros. Acabará encontrando un modo de acercarse. Nosotros podemos ayudar manteniendo encendido el recuerdo de su rostro bondadoso. Pero no tenemos que angustiarnos. Dios viene a nuestro encuentro a su tiempo debido. Que es el de Dios. No el nuestro. Sólo se nos pide que como comunidad y personalmente hagamos sitio a los que interrogan y buscan; que sepamos acoger a los que tienen dificultades para creer en vez de cerrarles las puertas con cajas destempladas.