En España hemos leído una noticia de periódico horrizados. Una niña de 13 años ha sido violada por cinco jóvenes, cuatro de ellos menores. La acción fue planeada y realizada conscientemente. En las primeras declaraciones al juez parece que sabían lo que hacían y no le daban importancia. Un menor de edad, lo es, entre otras cosas por no tener suficiente capacidad para sopesar el alcance de sus acciones. Por no tener una capacidad de decisión sopesada que contemple todas las dimensiones de su acción. En la decisión de un menor juega un papel mayor la presión ambiente. No quiero miimizar la responsabilidad personal de cada uno en esta acción. La tienen y la sociedad la puede y la debe reclamar. Pero todos nos debemos preguntar qué factores les han empujado a esta acción. ¿Qué les ha hecho ciegos para el dolor y el daño que causaban a otra persona? Es cierto que el alma humana y la sociedad es capaz de lo mejor y lo peor. La educación siempre se ha situado en el filo entre las tendencias del bien y del mal. Hasta ahora parecía que tenían más fuerza y se imponían las del bien. Pero una empieza a temer que en muchos terrenos las tendencias del mal, es decir, las fuerzas más animales, los peores instintos empiezan a imponerse. Los cinco jovenes son responsables de lo que han hecho. Pero no podemos ignorar que también les ha empujado a ello una manera de entender la sexualidad como desahogo, juevo y prueba de poder. Una concepción de la otra persona como instrumento de mis necesidades...Referencias que cada día pasan delante de nosotros en la publicidad, el ciene, las series televesivas, las conversaciones...Al final esas referencias tienen consecuencias y hacen daño.
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