Homilía 16 domingo tiempo ordinario. Ciclo A, 17 de julio 2011

Homilía 16 domingo tiempo ordinario
El leñador y el jardinero

Hoy vamos a contar el cuento del leñador y el jardinero

Todos saben que los árboles frutales son árboles que tienen frutas durante un espacio breve de tiempo. En otoño pierden las hojas y en invierno están desnudos, parecen secos y no sirven ni para dar sombra.

Un arbolito frutal estaba en un invierno todo desolado porque no tenía ni frutos ni hojas. Nadie se fijaba en él. Ni siquiera los pájaros venían a posarse en sus vacías ramas. Un buen día apareció un leñador y nuestro árbol sintió miedo. Había oído hablar de los leñadores. Eran hombres fuertes que con grandes hachas destruían las maderas que encontraban hasta hacerlas astillas. Nuestro árbol tenía tanto miedo que comenzó a llorar mientras veía que el leñador se acercaba.

El leñador venía cantando, y nuestro árbol pensó que no se debe tener miedo a una persona que viene cantando. Pues si canta es que está feliz y contento. Y las personas felices y contentas no agreden a los otros. 

Cuando el hombre estuvo frente al árbol le dijo: "No tengas miedo". Yo no soy un leñador. Soy un jardinero. La diferencia entre un leñador y un jardinero es que el leñador corta todo el árbol, con sus ramas secas, pero también sus ramas vivas. El jardinero deja estar todas las ramas, las secas y las vivas, hasta que las secas son suficientemente grandes para cortarlas.

Una de las preguntas que podemos hacernos en la vida es qué actitud tenemos ante el mal, como actuamos antes las cosas que están mal. Supongo que la mayoría responderíamos que actuamos con rechazo. Al mal hay que oponer nuestro rechazo. Pero el rechazo a veces tiene una forma tan destructiva que arranca no sólo lo malo, sino también lo bueno.

En el evangelio de este domingo Jesús nos recuerda que lo bueno y lo malo con mucha frecuencia se encuentran juntos, crecen entrelazados. Y debemos cuidarnos de no caer en el peligro de arrancar lo malo tan pronto y con tanta violencia, que arrastremos también lo bueno. Es mejor dejarles crecer juntos hasta que podamos distinguir con toda claridad lo bueno de lo malo y poder arrancar lo malo sin dañar a lo bueno.

Las palabras de Jesús son una advertencia para nuestro afán de perfección y de purismo. Es una advertencia para todos esos que dicen: "esto lo arreglo yo en dos días". Las personas y la realidad solemos ser complejos. Y el hecho de la complejidad se encuentra en que lo bueno y lo malo van juntos, se entrecruzan. En nosotros mismos convive el mal con el bien.

Dios no es un leñador que queriendo arrancar el mal arrase con todo. Dios es un jardinero inteligente y paciente que sabe esperar hasta que demos buenos frutos. Debemos aprender de este buen jardinero. Si queremos destruir el mal deberíamos ayudar a que el bien crezca tanto que lo podamos distinguir del mal y podamos acabar con él.


HISTORIAS DE NUEVA YORK

Venganza inteligente

Me encuentro en Nueva York. Desde hace algunos años vengo en verano a colaborar en una parroquia hispana de Manhattan. Nueva York es una ciudad sucia, al menos en el barrio en el que vivo. El calor del verano es húmedo y pegajoso. Creo que es la segunda ciudad más grande del mundo. Por eso es un lugar interesante en el que conviven personas de todos los lugares del planeta. Es una ciudad viva y alegre y también agresiva y dura. Aquí se puede encontrar lo mejor y lo peor de lo humano. Historias que descorazonan y otras que conmueven.

Hace días conocí a un hombre de apellido y antepasados irlandeses. Su hijo había ingresado en el cuerpo de policía. Patrullaba por el barrio en el que vivo. En un tiroteo con una banda de traficantes de droga perdió la vida. Su padre, lleno de dolor, quería vengar la muerte de su hijo. Y para realizar la venganza ideó un plan muy particular. Ha constituido una fundación para contribuir a paliar las necesidades sociales del barrio, que son muchas. La mayor parte del dinero se destina a programas educativos con adolescentes. Me decía que en la medida que el barrio avance en nivel cultural, retrocederá la delincuencia. La mejor manera de vengar la muerte de su hijo era combatir las causas que produjeron esa muerte.

El hombre me contaba todo esto de manera pausada, tranquila y sin dar ninguna importancia a lo que hacía. Me confesaba que la esperanza que obtenía de su fundación mitigaba el dolor de la perdida de su hijo.

Me volví a casa con la acción de gracias de Jesús en el evangelio: "Gracias Dios bueno, porque has revelado estás cosas a los pequeños y sencillos". Me parece que personas como esta, iniciativas de este tipo, son lo que hacen realmente humano nuestro mundo. Y tienen más valor que las promesas vacías de tantos políticos y las reuniones aparatosas de tantas comisiones y organizaciones internacionales.