Dejad los vestidos de tristeza
Vivimos
tiempos difíciles y complicados. La crisis económica,
el elevado número de desempleados, las
incertidumbres del futuro nos llenan de preocupación
y hasta de miedo. A esto hay que añadir la desconfianza en los responsables
públicos, que se hace más grande en la medida que se conocen
casos de corrupción y de incompetencia en la gestión
de los asuntos públicos.
En
esta situación en la que nos encontramos, escuchamos
la palabra del evangelio de hoy que nos dice: “Y
todos verán la salvación”.
El
evangelio de este domingo termina con una promesa de salvación.
La pregunta que podemos hacernos es ¿qué puedo hacer en mi vida para “ver
esa salvación”? ¿Qué puede hacer la Iglesia, las
comunidades cristianas para hacer ver la salvación
de Dios?
La lectura del profeta Baruc, que también
escuchamos este domingo, nos puede ayudar a encontrar una respuesta a esas
preguntas.
Baruc era el secretario del profeta
Jeremías y escribe en tiempos en los que una
parte de Israel se encuentra en el exilio de Babilonia. La ocupación
de Israel por Asiria tuvo como consecuencia que una parte del pueblo israelita
fue deportado. Vivían en tierra extraña
anhelando el regreso. A estas personas el profeta Baruc les anuncia un
"segundo éxodo". Isaías
había descrito ese regreso en el capítulo
35 de su libro como alegría del desierto, florecimiento de la
estepa…Baruc, siguiendo el sentido de estos
textos, describe el regreso de los desterrados presentando a Israel como una
madre que sube al monte para ver venir a sus hijos. Esa mujer, cambia sus
antiguos vestidos de luto para vestirse de la gloria de Dios. Y contempla como
Dios abajó los montes, allanó
los barrancos, llevando a los desterrados por un buen camino.
La
profecía de Baruc no fue nunca realidad. El
regreso de los desterrados no fue ni tan triunfal ni grandioso. Fue pequeño
y se desarrolló en un amplio espacio de tiempo. Pero
no por eso pierden sentido las imágenes del profeta. Ellas nos dicen que
los anhelos y esperanzas de los hombres son más
grandes que las realizaciones. Recordar esos anhelos y esperanzas nos empuja
cada día a construir un futuro mejor; a
intentar mejorar las cosas.
Lo
mismo nos dice Juan el Bautista en el evangelio de este domingo. Él
recuerda los anhelos y esperanzas de los profetas. Y recurre a sus imágenes
para indicar que en Jesús acontece un nuevo éxodo.
Un regreso a una tierra mejor. Seguir a Jesús
es caminar a un mundo nuevo y mejor.
¿Cómo podemos ver hoy la salvación
de Dios? El profeta Baruc nos da una respuesta.: Dejando los vestidos de luto,
vistiendo las galas de la gloria de Dios y envolviéndonos
en el manto de la justicia. Juan el Bautista nos llama a acoger a Jesús;
a abrirle un camino para que llegue a nuestra vida y nos lleve a ese mundo
mejor.