Lo primero, el Reino de Dios
Mt, 6, 24-34
Con el lema "América
primero" comenzó el actual presidente de los Estados Unidos su campaña
electoral. En su discurso de toma de posesión del cargo volvió a insistir en la
misma idea, "América primero", como una intención fundamental en su
programa de gobierno.
Ser el primero, ser los
primeros, es una aspiración poderosa en muchos ámbitos de nuestra vida social.
Ser el primero no es solamente el objetivo de muchos deportistas. También en la
economía, en la vida profesional, en los centros educativos se tiene la misma
pretensión. Continuamente nos presentan listados en el que se recogen los más
ricos del mundo, las mejores empresas de nuestro país, las universidades más
valoradas o los escolares que tienen mejor rendimiento según los criterios del
estudio Pisa.
En la otra parte de la
medalla de los ganadores, están los perdedores. Los que no llegan a alcanzar
los primeros puestos y de los que normalmente no nos acordamos. En el ámbito deportivo
no es demasiado dramático no ser los primeros, pues es verdad que aquí -y en
otros ámbitos de la vida- lo importante es participar. Pero puede ser dramático
en el ámbito económico y en el de la vida social. En la otra parte de los
triunfadores, de los que tienen éxito, se encuentran los que no han podido
llegar a los primeros puestos porque han tenido circunstancias más difíciles y
no porque no se hayan esforzado. Pienso en muchas personas que han perdido el
empleo, en los afectados por alguna debilidad o limitación que les impide
competir en igualdad de condiciones.
En el evangelio de este domingo Jesús pide a sus discípulos que pongan en primer lugar el Reino de
Dios. Lo primero el Reino de Dios y su justicia, nos dice. Y nos sitúa ante la
alternativa de servir a ese Reino de Dios o al dinero.
La exigencia de Jesús viene
envuelta en la imagen del Padre bueno que sabe los que necesitan sus hijos y
procura dárselo. Y habla de los lirios del campo y de los pájaros que tienen su
sustento. Con esta imagen Jesús no está transmitiendo una idea romántica de vuelta
a la naturaleza, de despreocupación por el futuro o de no considerar las
necesidades que tenemos como seres humanos, y que tenemos que cubrir con
nuestro trabajo y esfuerzo. Con el ejemplo de los lirios y los pájaros Jesús no
llama a la pereza o al descuido.
Jesús nos quiere decir que
en el Reino de Dios la medida de la justicia es el cuidado mutuo, de la misma
manera que Dios cuida de nosotros. En el Reino de Dios las relaciones no son de
competencia, mucho menos de rivalidad. Son relaciones de cooperación y cuidado
mutuo. Jesús nos dice que aquel que se considera ciudadano del Reino de Dios
trata a los demás como hermanas y hermanos y no como rivales.
La próxima semana comenzamos
la cuaresma. Es un tiempo para experimentar lo afortunados que somos y lo mucho
que recibimos de Dios. Es un tiempo también para compartir lo que tenemos y
somos.