Jesucristo,
rey del universo
Llamar a Cristo rey puede producir alguna
confusión. En nuestra época esta palabra tiene solamente significado político.
En tiempos de Jesús tenía también un significado religioso. En algunos libros
de la Biblia podemos encontrar que el pueblo de Israel llamaba rey a Dios. Y lo
hacía porque Dios es origen y creador del mundo. Y domina sobre el caos y las
fuerzas del mal. Tras la resurrección, en la que Jesús vence a la
muerte y el mal, se comienza a representarle como rey. Desde el punto de vista
de la fe cristiana llamar rey a Cristo es equivalente a llamarle salvador.
En nuestra cultura cada vez se difuminan más los
perfiles de la figura de Jesús. También los cristianos podemos olvidar algunos
rasgos de su persona. La fiesta de hoy puede servir para recordar otra vez
quién era Jesús.
Jesús es una de las grandes figuras de la humanidad. Tal y
como nos lo presentan los evangelios no destacaba por la nobleza de sus orígenes
ni por ocupar un puesto destacado en su sociedad. Procedía de una familia
sencilla y no tenía apellidos de renombre. El nombre de Jesús es ya el programa
de su misión. Significa Dios salva. Para los cristianos la salvación no
consiste en vivir libres de problemas y dificultades. Consiste en contar en
nuestra vida con la presencia de Dios. Por eso, el empeño principal de Jesús
fue recordarnos que Dios viene a nuestra vida a poner en ella su perdón y su
bondad. No quería otra cosa que abrir a las personas a Dios para que Dios sea
la fuente de nuestra libertad y de nuestro amor.
La gran ocupación de Jesús es Dios y su Reino.
Para Jesús Dios es más importante que el éxito profesional y la
autorrealización personal. Por eso, no cayó en la tentación de cambiar la
misión que había recibido de Dios por una vida cómoda. Habló palabras claras y
evitó el sentimentalismo y la
demagogia. No aspiraba a mandar, sólo quería servir. No le
preocupaba la riqueza porque sabía que los bienes de Dios son más importantes
que la cuenta corriente. No recurrió a la violencia ni a la fuerza para
extender el Reino de Dios. Sabía que el mejor modo de acreditar su mensaje era
con la fuerza de su propia convicción.
Jesús fue un hombre genial. Su persona estaba llena
de Dios. Sus palabras y obras comunicaban vida divina. Por eso los primeros
cristianos lo acogieron como el signo de la amistad y el amor de Dios para con
nosotros. Jesús no quería admiradores, buscaba seguidores. No fundó un “club de
fans”, convocó un grupo de discípulos. No aspiraba a recibir aplausos sino a
que otros siguiéramos su camino y así nos llenáramos también de Dios. Su
mensaje sólo se entiende del todo cuando es acogido puestos de pie y preparados
para partir en busca del Reino de Dios. Quien acoge su mensaje sentado, aunque
sea en el banco de una iglesia, no podrá nunca entenderlo del todo.