Homilía 26 domingo (TO A) Mt 28, 13-23
Sí y No
Todos hemos pasado por situaciones en las que hemos pedido un favor a alguien, nos ha dicho que nos lo haría sin problemas…y después no ha hecho nada. En otros casos, al contrario, nos han dicho que lo que pedimos es complicado, y al final nos lo han conseguido. Por experiencia todos sabemos que hay “síes” que son “noes”, y “noes” que después resultan “síes”.
Nosotros mismos, quizás de pequeño en nuestra familia también hemos asentido a alguna petición y luego no la hemos cumplido. Y al contrario nos hemos negado a hacer cosas que después hemos hecho. En esas ocasiones nuestros padres solían decir eso de, “hijo cuando digas sí actúa en consecuencia, y si dices no, también”.
No siempre somos consecuentes con nuestra palabra. Un sí o un no lo podemos decir sin convencimiento, para salir al paso, presionado por las circunstancias o porque no nos atrevemos a decir lo que realmente sentimos.
En el evangelio de este domingo Jesús nos habla de dos hijos que dicen lo contrario de lo que harán. A la petición del padre de ir a trabajar a la viña, uno responde afirmativamente y no va; y el otro, al contrario responde con una negación que resulta ser en un respuesta positiva.
Con esta parábola Jesús llama nuestra atención sobre la respuesta que damos a Dios. Él nos llama a la fe; nos compromete con el evangelio y el mensaje de Jesús. La respuesta que él espera es un sí o un no. Pero se trata de un sí o un no que incorpore toda nuestra realidad personal, un sí o un no que comprometa toda nuestra vida. Porque Jesús dice que el ser humano será juzgado según sus obras y no según sus intenciones, propósitos o promesas.
El texto del evangelio acaba con una referencia a Juan el Bautista que llamaba a la conversión y el cambio. Ambas son consecuencia del nuevo comienzo que anunciaba Juan el Bautista. Frente a ese nuevo comienzo la pregunta que tenemos que hacernos es ¿cuál es la voluntad de Dios? ¿Qué quiere Dios de mi? ¿Qué me pide en mi vida?