La regla de oro de la comunicación
Los técnicos de la comunicación dicen que para transmitir bien un mensaje hay que tener algo que decir, hay que conocer a los destinatarios y hacer que el mensaje conecte con su mundo vital, hay que saber manejar los cauces de la comunicación. Entre el comunicador y los oyente se suele establece un hilo invisible que es el que posibilita la comunicación. Ese hilo está tejido de confianza.
Una de las actitudes que más destruye el hilo de la comunicación es que alguien se presente de manera arrogante. Si alguien se dirige a nosotros con aires de superioridad, lo más probable es que se cree una interferencia que impida que escuchemos el mensaje que nos quiere transmitir.
Jesús en el evangelio de este domingo pide a sus dscípulos que cuando transmiten el mensaje del evangelio lo hagan con sencillez y naturalidad. Que no lo hagan desde la arrogancia y la superioridad. Y no se trata de una estrategia publicitaria. Se trata de hacer presente con nuestra actitud el contenido del evangelio.
El evangelio es comunicar que Dios acoge a todo ser humano. Esa acogida de Dios la proclamamos y transmitimos con nuestra propia acogida y hospitalidad.
Hoy en Europa la iglesia está ante el reto de transmitir a las generaciones más jovenes el mensaje de Jesús. Para ello es importante que sepamos hablar de Dios con natualidad y sencillez, expresando que Dios forma parte de nuestra cotidianiedad. Y teniendo siempre en cuenta que la autoridad se recibe de respaldar con la propia vida el mensaje del evangelio