Homilía 7º domingo Tiempo Ordinario. Ciclo A. 19 de febrero de 2017

¿Qué hacer con una piedra?

Una piedra es normalmente un material de construcción. Con ella levantamos edificaciones. Pero una piedra se puede convertir en un instrumento de agresión, en un arma de ataque. Con una piedra podemos herir a otras personas, incluso quitarles la vida. Así era en tiempo de Jesús. Así sigue siendo todavía en algunos lugares de nuestro mundo en los que se ejecuta a personas apedreándolas.


Se cuenta que en lugar había una vez dos jóvenes amigos. Digamos que eran Pedro y Juan. Eran amigos inseparables. Apenas había cosas que no hicieran juntos. Iban a la escuela juntos y  volvían de ella también juntos. Juagaban al fútbol, estudiaban, se sentaban frente al ordenador siempre juntos. Se defendían mutuamente cuando alguien sufría alguna censura por otros compañeros.


Pero un buen día pasó algo. Nadie sabe exactamente qué, quizás ellos tampoco. Discutieron y se enzarzaron en una pelea. Y la amistad se tornó en enemistad. Uno evitaba encontrarse y rozarse con el otro. No se dirigían la mirada y cuando lo hacían era para intercambiarse un rostro desafiante.


Algunas semanas después había llovido mucho en el lugar en el que vivían. Después de la intensa lluvia salió el sol y los jóvenes se acercaban a la plaza. Allí estaban Pedro y Juan. Cada uno en un extremo de la plaza, separados por un enorme charco de agua. Pedro tomó una piedra en su mano y la levantaba en lo alto. Juan pensó, "si éste me tira una piedra, yo le tiro otra", y se agachó para coger otra piedra. Pero Pedro tiró la piedra hacia el centro del charco. Se agachó tomó otra piedra y la tiró de nuevo al charco. Juan comenzó a hacer lo mismo desde el otro extremo de la plaza. Después de un rato el charco de agua había desaparecido bajo el montón de piedras que uno y otro habían lanzado. Caminando sobre ellas se estrecharon la mano, y juntos marcharon de la plaza.


Una piedra. Material de construcción. O arma de agresión. O materia para hacer una obra de arte como la que desarrollan los escultores. Lo que se haga con una piedra lo decidimos nosotros. Lo decides tú y lo decido yo. Y no se trata sólo de buenos sentimientos o buena voluntad. Se trata de compromiso. Es a lo que nos llama el evangelio de este domingo.


Sed buenos como Dios es bueno; sed santos como Dios es santo, nos dice Jesús en el evangelio de este domingo. No se trata de tener solo buenos sentimientos. Se trata de comportarnos y relacionarnos con los otros de manera distinta a lo que nos pide nuestras reacciones más elementales. Se trata de actuar de una manera distinta a eso que decimos qué es "el  comportamiento normal y lo hace todo el mundo".


Parece normal la venganza, o al menos pagar con la misma moneda que nos han pagado a nosotros. Pero no. Jesús nos pide un comportamiento nuevo. No devuelvas mal por mal, no te dejes llevar por la venganza, ni siquiera cuando alguien te agrede físicamente. Sé generoso aunque los demás no lo reconozcan ni tengan contigo un comportamiento recíproco.


Jesús no nos llama a la sumisión ni a la indiferencia que todo lo permite y todo lo tolera. Tenemos que tener el valor de decir a otro la verdad. También cuando algo no sea justo o no sea correcto. Dí al otro lo que no haga bien, o lo que te disgusta en su manera de actuar. Pero no lo digas para humillarle o herirle. Díselo como amigo, compañero y aliado.


Jesús dice que no valen las reglas que vienen establecidas desde antiguo. "Dale al otro con la misma moneda". "Si te agreden con violencia, reacciona con la misma violencia" Se trata precisamente de romper la espiral de violencia; de superar la injusticia.  Es correcto tratar bien a los amigos. Pero Jesús nos pide tratar igual de bien a los enemigos. De este modo les estamos ofreciendo un camino para superar la enemistad.


Todo esto comienza con pequeños pasos: saludar amablemente aquel con quienes tenemos dificultades en la relación;  mostrarnos simpáticos y acogedores con quienes pensamos que lo son menos con nosotros. Acercarnos poco a poco de nuevo a  aquel de quien nos habíamos distanciado.


Del evangelio no se desprenden grandes reglas de organización social. El evangelio nos llama a desarrollar actitudes que tienen enormes consecuencias en la vida social. Nos llama a acercarnos permanentemente al otro. Hasta que los humanos no aprendamos el arte de la cercanía y la relación, las armas no dejarán de sonar definitivamente.


Una piedra, pero también una mirada, una manera de pasar junto al otro, un palabra.... ¿Qué son para nosotros? ¿Material de construcción? ¿Armas?