Vivir con atención
„No me lo cuentes que prefiero no saberlo“. Es una
frase que todos decimos alguna vez. Hay ocasiones en las que preferimos la ignorancia
al conocimiento. Son esas situaciones en las que el saber puede provocarnos una
desilusión respecto a una persona. Como cuando nos enteramos de la falta de
lealtad de un amigo. En otros casos, el conocimiento de un peligro puede
producirnos tanto temor que nos paraliza y preferimos ignorarlo. Otras veces
saber lo que está por venir puede romper el encanto de la sorpresa. Como cuando
sabemos de antemano el regalo que nos van a hacer por nuestro cumpleaños o
cuando alguien nos cuenta el final de una película de intriga que queríamos
ver.
No solo individualmente también como sociedad hay
cosas que preferimos no saber. Y por eso las ocultamos, evitamos que se hable
mucho de ellas o que se hagan visibles permanentemente. La injusticia, las
condiciones indignas en las que viven muchas personas en el mundo, la
muerte…son realidades que evitamos y que a veces hasta ocultamos. Algunas
personas dicen que no es agradable que mientras comemos el telediario nos
muestre el horror que vive una parte de la humanidad.
Es verdad que no se puede vivir teniendo presente
a todas horas los peligros de la vida o las crueldades de la historia. Si
cuando nos subimos a un automóvil no paramos de pensar en los peligros de la
carretera es posible que el temor nos impida continuar el viaje y acabemos
bajándonos del coche y quedándonos en casa. No es bueno vivir pensando siempre
en las dificultades y en los problemas de la vida. Pero es igual de peligroso
olvidar totalmente esos peligros y caminar descuidados por la vida. Quién sale
a pasear sin fijarse en los obstáculos que puede encontrar en el camino es
posible que acabe por tropezar y caer.
En el evangelio de este primer domingo de adviento
Jesús nos recuerda una de esas cosas que a veces preferimos no saber y no
escuchar. Nos recuerda que la vida pasa rápidamente y que el final de nuestra
existencia siempre viene por sorpresa. Jesús nos dice que todos tendremos que
dar cuentas de nuestra vida ante Dios y por eso tenemos que prestar atención al
modo como vivimos nuestra existencia. Jesús no nos recuerda estas cosas para
asustarnos o meternos miedo. Jesús las recuerda para abrirnos los ojos, para
hacernos atentos, para que nos apresuremos en aprovechar el tiempo de nuestra
vida.
Este domingo los cristianos iniciamos el tiempo de
adviento. Es un tiempo de preparación a la celebración de la navidad. Es un
tiempo para estar atentos, para abrir los ojos, para despertar cosas que
teníamos olvidadas: la ilusión perdida, la posibilidad de reconciliación con
una persona a la que habíamos dañado, la confianza en la vida y en las personas,
confianza que el paso del tiempo ha ido endureciendo, la importancia de los
gestos de bondad y de amor. El adviento nos llama a aprovechar los días de
nuestra vida, a vivir con intensidad lo que hacemos, a volcar y dar lo mejor de
nosotros mismos en todo lo que hacemos.