Evangelio del Domingo 11 de octubre. XXVIII domingo del tiempo ordinario


El camello y la aguja

Para que un camello pase por el ojo de una aguja hay dos alternativas. O se hace el ojo de la aguja màs grande. O se hace el camello más pequeño. Y a esto último es a lo que Jesús nos llama en este evangelio. Empequeñecerse para entrar en el reino de los cielos. Empobrecerse pare entrar en el reino de Dios. La pobreza es un camino para llegar a Dios.
Jesús propone el camino de la pobreza no porque quiera poner dificultades y pruebas en nuestra vida para comprobar si nuestra fe es auténtica. Tampoco porque piense que los sacrificios y remuncias por sí mismos nos acerquen a Dios. Jesús nos propone el camino de la pobreza para llegar a una riqueza mayor que es la de Dios. Nos pide empobrecernos para que podamos a ser ricos de los bienes que de verdad traen la felicidad a la vida humana. Y es que los verdaderos bienes que colman la necesidad humana no se encuentran en las estanterías de los supermercados o de los grandes almacenes. Lo que de verdad llena el corazón humano es la amistad, el cariño de los demás, la sana satisfacción con la propia vida, el encuentro auténtico con otro ser humano, el disfrute de la naturaleza, la tranquilidad y la paz...Todos estos bienes no se compran. Simplemente se acogen como regalos y dones. Pero para recibirlos hay que vivir en apertura y sensibilidad hacia ellos. Y hay que preparar nuestro interior para la acogida. Puede ser que estemos tan pendientes del tamaño del coche que conducimos, de la etiqueta y la marca en el jersey o la camisa, o de llenarnos de aparatos que ignoremos las riquezas de la persona que está a nuestro lado; que no sepamos apreciar un paseo tranquilo.
Empqueñecernos, empobrecernos...Superar el afán de tener cosas, de comprar cada día más...Desapegarnos de las cosas es el camino para abirnos a las personas y a Dios; es el camino para llegar a otra riqueza más auténtica y permanente.