BAJO LA BUENA SOMBRA
Una leyenda oriental habla de un
hombre que no estaba conforme con su sombra que le perseguía a todas partes. De
distintas maneras intentó librarse de ella. Primero echó a correr furiosamente.
Pero la sombra le seguía. Después saltaba de un lado a otro del camino…y la
sombra permanecía unida a él. Cansado y agotado fue a cobijarse a la sombra de
un árbol grande y frondoso. De repente la sombra del buen hombre fue absorbida
en la del árbol.
Esta historia disparatada puede servir
para introducirnos a través del Domingo de Ramos en el sentido de la
celebración de la Pasión
del Señor.
Todos tenemos una sombra, una parte
oscura, un punto que quisiéramos que se desprendiera de nuestra vida. Y por más
que lo intentamos nosotros solos no somos capaces de librarnos. Por eso tenemos
que acudir a cobijarnos en quien tiene más fuerza que nosotros y pedirle ayuda
para que haga desaparecer las sombras que oscurecen nuestra vida.
El Domingo de Ramos iniciamos con
Jesús un camino que conduce a la cruz. Alguien puede preguntar por qué los
cristianos emprendemos cada año el mismo camino. Por qué hay que recordar cada
año el proceso y la muerte de Jesús. La respuesta es: porque necesitamos ser
acogidos por Dios a la sombra de la cruz. San Juan Vianney, el cura de Ars,
decía que la cruz es el libro más instructivo que podemos leer. Y a ese libro
hay que acudir a recibir consejo y orientación para la vida. A la cruz de Jesús
podemos acudir a depositar todas nuestras dificultades, dolores, sufrimientos y
pecados. Y de la cruz de Jesús podemos recibir la fuerza que nos salva.
Cuando la oscuridad cerque nuestra
vida, cuando nos veamos afectados por el dolor, el fracaso o la impotencia,
cuando la culpa nos oprima, nos las vemos con algo con lo que Jesús en la cruz
tomó sobre sí para transformarlo. Hoy entramos con Jesús a Jerusalén. Al
recorrer el camino que conduce a la cruz llevamos nuestras sombras y
oscuridades al lugar en el que la fuerza de Dios los transforme en claridad y
vida.