¡VETE!
El sentido de las frases que
pronunciamos también depende de nuestro tono de voz. La modulación de las
palabras puede hacer variar el significado de una frase. Por nuestro tono de
voz podemos decirle a alguien un “vete” que quiere decir “ven”. Y podemos decir
un “ven” que en realidad quiere decir “vete”.
En el evangelio de este domingo, Jesús dice a
una mujer, “vete”. Y esa palabra es probablemente la palabra más hermosa que se
podía escuchar en aquella situación. Era una mujer que estaba a punto de ser
apedreada. Por eso, cuando Jesús dice “vete”, esa palabra sonaba a liberación. Puedo
imaginarme que esta mujer había escuchado la palabra “vete” en otras
situaciones de su vida. Y nunca había sonado del mismo modo a cuando Jesús la
pronunció. En las otras ocasione significaba rechazo y exclusión. En labios de
Jesús sonaba a acogida y reconocimiento. En definitiva, significaba perdón.
La palabra “vete” saliendo de la
boca de Jesús expresa el sentido del perdón de Dios. Y nos despierta a la
importancia de vivir esta dimensión en nuestra vida de fe. Cada vez que
acogemos el perdón de Dios, también se nos dirige la palabra “vete” en un tono
de acogida. Al recibir el perdón de Dios se nos abren de nuevo los caminos de
nuestra vida. Y podemos tener el valor de retomarlos porque el Dios que nos
lanza al futuro es el Dios que antes nos ha acogido.
La acogida y el perdón de Jesús
tenían tanta fuerza que desarmaban a quienes piedra en mano estaban a punto de
lanzarla contra una mujer asustada. Desarmaba a quienes no habían aprendido a
perdonar. La mirada de Jesús, que penetra en lo profundo de las personas,
deshace nuestras durezas, nos desarma y nos enseña a perdonar. Dios nos ofrece
su perdón y nos pide que sepamos darlo también a los otros. Que con Jesús
aprendamos a decir “vete”, expresión de respeto a la libertad de los otros.
Pero que sepamos decirlo con un tono que signifique acogida y reconocimiento