DIOS SE PONE EN NUESTRAS MANOS
En la vida humana hay
situaciones en las que las cosas no transcurren como nosotros quisiéramos.
Pienso por ejemplo en esos momentos en los que se rompen nuestros planes.
En
los que se nos frustra un plan o se daña algo querido. En las situaciones en
las que se nos critica o censura injustamente. Cuando perdemos un ser querido o
nos sobreviene una enfermedad. En esas situaciones solemos poner de manifiesto
lo que realmente somos, es decir, si tenemos un espíritu grande o pequeño.
Si nos fijamos en Jesús
pronto sabemos cómo él vivió. Estaba siempre con gente, con pescadores, con
enfermos, pobres y ricos, pecadores…Estaba siempre dispuesto para todos. Y
podemos recordar la manera en la que nos hablaba de Dios y cómo ese Dios era su
hogar interior. También Jesús pasó por situaciones en las que se ponía a prueba
su autenticidad. Por ejemplo en la noche antes de su condena y ejecución.
¿Cómo se comportó Jesús en
la noche de Jueves Santo? De una manera sorprendente. Tomando pan en sus manos
dijo: “Esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros”. En estas palabras no
se encuentra ningún resto de lamento, queja o resignación. Se podría decir que
en pocas ocasiones Jesús mostró tanta calma, serenidad y seguridad como en esa
noche. Precisamente cuando se le quería expulsar del mundo y de la historia
Jesús dice con toda autoridad que no hay nada ni nadie que pueda frustrar su
voluntad de querer estar junto a nosotros. Jesús es el Dios que está siempre
junto al ser humano.
Este es el primer mensaje
del Jueves Santo. El mal, el pecado, los intereses de los poderosos quieren
eliminar a Dios del mundo. Pero la promesa de Jesús nos dice que no hay nada
que pueda impedir que Dios esté junto a nosotros.
De este modo Jesús muestra
en esta noche quién es él. No alguien que actúe reactivamente, sino que lo hace
creativamente. Esto lo debemos recordar siempre que celebremos la eucaristía.
No debiéramos dejar que sean la presión exterior la que determine nuestro
comportamiento de cada día, sino nuestras convicciones últimas y más
importantes. Debiéramos ser siempre creativos y no reactivos en nuestro
comportamiento. Sabemos que esto es difícil pero para eso tenemos la
eucaristía. Para que Jesús nos ayude.
Cuando Jesús dice que todos
comamos de su pan. Cuando nos dice: “Comed y bebed todos de él”, se está
poniendo en nuestras manos. Se pone en las manos de los hombres. Y ya lo
sabemos nuestras manos están manchadas con la mentira, la injusticia, el
orgullo, la vanidad..Y Jesús, a pesar de ello, se pone en nuestras manos.
El gesto de entregarse a
nosotros debe despertar nuestra confianza en Dios. Nos invita a poner en él
nuestro mal para que nos limpie y purifique.
Pero además, poniéndose en
nuestras manos nos pide que también tengamos manos los unos para los otros.
Manos que creen justicia y solidaridad; ayuda fraterna y compasión. Si Jesús
viene a nosotros como el cordero no podemos recibirle siendo lobos los unos
para los otros..
La celebración de la
eucaristía es la celebración de una fuerza transformadora de Dios. Podríamos
decir que sin sacrificio no hay transformación interior. Y sin transformación
interior no hay comunión profunda. Esta es la razón de la importancia de la
eucaristía que los cristianos celebramos juntos, celebramos en comunidad.
Asistimos a la celebración de la Pascua de Jesús para que acontezca en nosotros
lo que aconteció en Jesús: entrega, transformación interior y comunión.