EMPEZAR DE NUEVO
Se cuenta de un gran pensador que cuando se dirigía a Dios le pedía
solamente una cosa. Que le diera un buen pensamiento. Decía que con una buena
idea en la cabeza podría afrontar las dificultades de la vida, salir airoso de
conflictos y enfrentamientos, y lograría también orientación en medio de las
oscuridades de la vida.
Al comenzar el tiempo de Adviento, tiempo de preparación al nacimiento de
Jesús, se puede sugerir también un buen pensamiento que nos acompañe durante
estas semanas hasta la celebración de la Navidad. Es un pensamiento adecuado
para este domingo en el que la Iglesia celebra el comienzo del año litúrgico, el
comienzo del año celebrativo. El pensamiento dice: Atrévete a empezar de nuevo. Jesús viene a nuestra vida y nos trae
toda la novedad de Dios. Nos da la oportunidad de un nuevo comienzo.
Quizás podamos preguntarnos, pero ¿qué es lo que tengo que empezar de
nuevo? Y sobre todo: ¿cómo puedo comenzar otra vez? El mismo Dios que en Jesús
se hace uno de los nuestros nos ayuda a encontrar la respuesta. El Dios que se
hizo hombre comenzó haciéndose niño. El Dios encarnado lo hizo en un niño.
Empezar de nuevo en la vida es despertar una vez más el niño que llevamos
dentro y que se ha ido durmiendo con el paso del tiempo. O tal vez lo hemos
recluido al fondo de nuestra vida.
No se trata de infantilizarnos y olvidar el tiempo que ha transcurrido en
nuestra existencia. Aquello a lo que Jesús nos llama cuando nos dijo eso de “hacerse
como niños” es a recuperar la ilusión y la inocencia de los niños. A recuperar
su mirada. Lo que más caracteriza a los niños es su manera de mirar. Miran
hacia arriba, al lugar en el que nos encontramos los adultos. Y lo hacen con
ojos de asombro y limpieza. Con una mirada libre de prejuicios, resentimiento y
la dureza que a veces la vida nos ha ido depositando en el alma.
Hay que hacerse como un niño, o despertar el niño que llevamos dentro, para
entender las palabras del evangelio de este domingo: “Levantaos, alzad la cabeza” para
ver la llegada de la salvación. Quien sabe mirar como un niño libera su mirada
del anclaje en el pasado y del miedo al futuro. Y podrá vivir en el presente de
Dios, en el momento por el que Dios pasa por nuestra vida. Quien sabe elevar su mirada por encima de las prisas y
agobios de cada día; por encima de la trivialidad y la banalidad que nos
envuelve, encuentra la salvación. Quien sabe elevarse y mirar a Dios, se
encuentra con que Él viene a nuestra vida.
Otra característica de los niños es que se entregan con toda seriedad a
todo lo que hacen. Incluso en los juegos ponen todo de sí mismos y juegan con
muñecas y muñecos como si fueran personas de verdad. Hacerse como niños es
entregarse de corazón y por entero a las tareas que se nos han confiado en la
vida: cuidar de la familia, desarrollar nuestro trabajo profesional, vivir como
ciudadanos responsables que se esfuerzan por mejorar el lugar en el que viven.
Atrevámonos a empezar de nuevo a retomar el niño que nos enseñará a mirar,
a esperar, a confiar, a entregarnos a lo que hacemos, a vivir el presente de
Dios. De ese modo seremos personas que sabiéndonos salvados por Dios llevaremos
esa salvación a otros.