Homilía solemnidad Jesucristo rey del universo. 30 noviembre 2012


Jesucristo rey del universo

Verdadero-falso; bueno-malo; sano-enfermo son distinciones que tenemos que hacer cada día. Ante las propuestas publicitarias, los discursos de los políticos y las opiniones de vecinos y amigos continuamente nos vemos llamados a decidir y tomar postura. Y lo podemos hacer porque estamos en contacto con la verdad y ella ilumina nuestro interior

Aunque sepamos distinguir entre verdadero y falso, y aunque estemos en contacto con la luz de la verdad, todos nos hemos hecho alguna vez la pregunta ¿Qué es la verdad?

Esa pregunta interroga por una realidad que sea fiable y que ponga orientación en nuestra existencia. Por una realidad en la que uno pueda confiarse por entero.

Preguntamos ¿qué es la verdad? porque la verdad no se tiene como se poseen las cosas. La verdad es aquello a lo que nos aproximamos. Aquello que se tiene como una tarea que pide el esfuerzo de salir a buscarla; como un anhelo que nos pone en movimiento.

La pregunta ¿Qué es la verdad?, contiene la suficiente dosis de duda para hacer sitio en la propia vida a la verdad de los otros y de los extraños. Esa pregunta indica que uno no está cerrado en las propias posiciones y está abierto a aprender de los demás.

Al final de su encuentro con Jesús, Pilato pregunta al Señor ¿Qué es la verdad? No es corriente que alguien al final de un encuentro con otra persona formule esa pregunta. Por eso la cuestión de Pilato expresa el sarcasmo cínico de quien pregunta sin esperar que su pregunta vaya a tener una resupuesta. Más que preguntar, Pilato afirma con su interrogación que no existe la verdad. Y por eso no merece la pena entregar y arriesgar la vida por ninguna causa.

Pilato es miembro de la administración del imperio. Su punto de vista es el del pragmático que piensa que el éxito en la vida consiste en saber adaptarse a las circunstancias. Su experiencia le ha enseñado que la acción política tendrá éxito si más que orientarse por la verdad y la justicia viene determinada por las circunstancias, o la opinión de la mayoría.

Y precisamente aquí es donde el evangelista Juan nos muestra la equivocación de Pilato. Juan sabe que Jesús es portador de la verdad de la Biblia. Una verdad que no depende ni de la evolución de las circunstancias ni de la opinión de la mayoría. Una verdad que antes que ser pensada es una verdad vivida. Y por eso, como dirá Jesús repetidamente en el evangelio de San Juan, es una verdad que se confiesa con el testimonio del amor y la solidaridad.

La verdad es en la Biblia el otro nombre del amor. Y por eso no conoce límites. No es orgullosa ni arrogante, sino sencilla. No se impone con fuerza ni la violencia. Sabe aguantar y soportar el conflicto. No se transmite con grandes discursos y palabras, se contagia por contacto.
Quien se encuentra con esa verdad adhiere su persona a ella. Pilato tuvo la oportunidad de sumarse a esa verdad en su encuentro con Jesús. Pero la dejó pasar. No fue que le faltara inteligencia. Quizás el falto el valor.