María, un nuevo comienzo
El
escritor Hermann Hesse decía en uno de sus poemas: „En el fondo de cada comienzo
hay un hechizo que nos protege y nos ayuda a vivir“. Con esta frase el poeta
describe la sucesión de etapas en la vida de una persona. Cada nueva etapa de
la vida tiene sus retos y sus tareas. Es posible resolverlas porque el mismo
inicio de cada etapa contiene la fuerza que nos ayuda a afrontarlas. No pasamos
por las fases de nuestra vida a ciegas y sin orientación sino que la propia
vida nos va apuntando la dirección que tenemos que seguir.
El
hechizo del comienzo no es sólo una realidad en la vida de los individuos.
También está presente en nuestra historia colectiva. El inicio de un nuevo
momento histórico contiene un hechizo que ayuda a caminar. Cada nuevo comienzo
contiene ilusión, sentimiento de unidad y coraje colectivo.
La
frase, „en el fondo de cada comienzo hay un hechizo que protege y nos ayuda a
vivir“ vale sobre todo para el nacimiento de cada ser humano. Cada niño que
nace trae consigo la fuerza del misterio, pues cada persona es única,
inintercambiable. Cada uno de nosotros somos original y no una copia. Y esto
desde los primeros momentos de la concepción. El desarrollo de cada persona
depende de los primeros momentos de vida. Ya en el vientre de la madre los
niños desarrollan un corazón que no es sólo un órgano para mover la sangre del
cuerpo, sino que tiene capacidad de sentir, de reaccionar emocionalmente.
Tienen capacidad para asombrarse, para reconocer lo que le rodea.
Porque
los niños vienen con el hechizo del misterio podemos preguntarnos si en nuestra
sociedad les otorgamos la suficiente atención y el lugar que les corresponde.
Hoy
celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción. Si al comienzo de cada vida
se encuentra el misterio. Si cada persona es única, esto vale sobre todo para
la figura de Jesús de Nazaret. Como hijo de Dios su nacimiento es resultado de
una decisión de Dios de compartir nuestra vida, nuestra historia y nuestra
carne. En Jesús Dios viene a vivir en medio de nosotros. Y esa decisión
contiene la elección de María. Ella fue elegida para traer al mundo a
Jesucristo. Y la respuesta de María al plan y la elección de Dios fue un sí.
María consintió y corroboró el plan de Dios.
El
consentimiento de María al plan de Dios no fue solamente un sí formal.
Significó comprometer su vida junto a Jesús. Primero llevándolo en su interior,
después siguiéndolo en su misión, para terminar permaneciendo fiel al pie de la
cruz.
La
manera que tuvo María de vivir es una orientación de vida para todo cristiano.
Podemos vivir como ella vivió. Abiertos a la voluntad y los planes de salvación
de Dios. Recorriendo con Jesucristo el camino del evangelio. Precisamente el
adviento nos ofrece la oportunidad de comenzar de nuevo nuestra relación con
Jesucristo.
El
tiempo de Adviento es un tiempo de preparación a la venida de Cristo. Un tiempo
para preparar en nuestra vida una morada digna a Jesucristo. Por eso María es
la figura del Adviento. Y su disposición a ser la madre del Salvador nos indica
la dirección a tomar para que acojamos a Jesucristo en cada uno de nosotros.
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