Homilía el miércoles de ceniza. 1 de marzo de 2017



 Frágil como el cristal y la porcelana
"Duro como la roca, frágil como el cristal", dice un dicho castellano. El cristal es un material delicado que hay que tratar con cuidado. Cualquier roce produce rasguños, grietas y con facilidad se puede hacer añicos. El cristal, como la porcelana, sr utiliza para describir la parte delicada de nuestra vida. Las personas somos de carne y hueso, y nuestro cuerpo es frágil. Como lo es nuestra vida y lo que con ella hacemos. No solo en nuestro cuerpo, también en nuestras vivencias, en nuestros proyectos y planes, experimentamos la fragilidad.
Cada uno de nosotros contamos en nuestra vida con alguna ruptura y alguna herida. Cada uno conoce los propios desgarrones. También es parte de nuestra vida el fracaso en alguna empresa, la frustración, el desengaño. Y cada uno sabe de sus contradicciones, su zona de sombras, sus callejones sin salida. Hay ocasiones en las que muros de distancia se levantan entre nosotros y otras personas con las que tuvimos relación.
Y la pregunta que todos tenemos que plantearnos es ¿qué hacemos con las heridas y desgarrones de nuestra vida?
Una respuesta es ocultarlas e ignorarlas. Otra puede ser enmascararlas en un aspecto de normalidad, de qué todo nos va bien. Otros huyen y busquen alguna escapatoria: la diversión, los viajes, el alcohol, algún tipo de droga, las compras compulsivas, o cualquier otra actividad que parece hacer la vida un poco más soportable. Pero lo sabemos de los desgarrones interiores, como de las heridas del cuerpo, en el fondo ni podemos huir, ni las podemos enmascarar, ni ignorarlas. Nos persiguen allá donde vamos.
Hay quienes buscan ayuda en terapeutas y otras formas de meditación. Con todo el respeto y el reconocimiento a terapeutas y psicólogos, nos tenemos que preguntar si pueden sanar del todo nuestras heridas. Nos pueden ayudar, y mucho, sin duda. Pero la salvación viene de otro lugar.
Por eso, podemos preguntar de nuevo, que hacemos con la parte oscura, incluso con la suciedad que hay en nuestra vida, qué hacemos con la culpa, las rupturas, las frustraciones. Quién nos puede ayudar, quien puede sostenernos, quién está de nuestro lado, quién nos acompaña en el camino
Yo creo que son preguntas que nos ayudan a entender el sentido de este día, del miércoles de ceniza. No estamos aquí para cumplir un rito extraño o para cumplir con una tradición; ni siquiera venimos a recordar melancólicamente que la vida es pasajera y todos volveremos al polvo del que vinimos.
Estamos aquí para reconocer en lo profundo de nuestro ser que somos frágiles y necesitamos sanación. Y que ésta viene de Dios. El gesto de recibir la ceniza expresa que somos criaturas, que la vida la recibimos de Dios. Que nuestra vida es resultado del amor de Dios, que nos quiere como somos. No como nos gustaría ser o cómo aparentamos ante los demás que somos. Dios te ha dado el ser porque te quiere del modo que eres. Al recibir la ceniza recordamos nuestra condición de creaturas y nos abrimos a recibir el amor creador de Dios. Este es el primer movimiento de este día de miércoles de ceniza.
Cuando recibimos el amor de Dios que nos quiere cómo somos se abre ante nosotros un nuevo horizonte de cambio y transformación.. Sostenidos en el amor de Dios podemos intentar ser mejores cada día. Por eso el segundo movimiento de este miércoles de ceniza es la llamada a la conversión: "Conviértete y cree en el evangelio". El sí de Dios a nuestra persona es la confianza que necesitamos para poder emprender de nuevo el camino de nuestra vida. Por eso el tiempo de cuaresma es un tiempo de conversión. O lo que es lo mismo un tiempo de renovación.
Todo ello lo experimentamos y vivimos cuando nos ponemos bajo la cruz. El lugar en el que Dios expresó su amor a la humanidad, su confianza en cada uno de nosotros.