Los dos caminos de la vida
Podemos imaginarnos que viajamos
en un barco con un grupo numeroso de
personas. De repente hay una avería y se nos dice que tenemos que abandonar
rápidamente el barco y acudir lo más pronto que podamos a las barcas salvavidas.
Supongo que a nadie se le ocurrirá acercarse al capitán a preguntarle ¿son
muchos los que se van a salvar? Tampoco nadie se planteará cuántos kilos de equipaje
puede llevarse. Cuando la vida está en peligro hay que darse prisa y pensar
sobre todo en cómo podemos salvarla.
La salvación de la vida es el
tema del evangelio de hoy. Y lo es de la vida eterna. Jesús nos ha preparado un
hogar para toda la eternidad. Y tenemos que hacer todo lo que podamos por
llegar hasta allí. Pero ese camino pasa por una puerta estrecha. En cambio el
camino que conduce a la infelicidad es amplio y grande. No hay que esforzarse
mucho para recorrerlo.
Quien quiera alcanzar la plenitud
de la vida tiene que recorrer el camino estrecho. Jesús nos pone ante la
alternativa de elegir la plenitud para nuestra vida o la infelicidad; elegir la
vida eterna y lo eterno de la vida o dejarnos sucumbir en la caducidad.
Hay personas que lo tienen todo:
salud, éxito profesional, dinero, buena presencia física…Pero les falta lo más
importante: la relación con Dios, origen y fin de la existencia humana. También
les suele faltar la relación con los pobres, los enfermos, los débiles. No
suelen tener sensibilidad para la justicia social. Nunca han experimentado lo
que significa dar o compartir, aunque fuera de los que les sobraba. Cualquier
cosa que hayan hecho para otras personas les han pasado la factura y los han
cobrado. La consecuencia es que tienen mucho. Pero con un equipaje tan grande
no pasan por la puerta que conduce a la plenitud de la vida. Quizás piensan que
con dinero y bienes se puede alcanzar esa plenitud; algunos hasta pueden pensar
que se puede llegar a Dios. Por eso en el evangelio de hoy Jesús dice: “Muchos intentarán entrar por la puerta y no
podrán”. Dios nos pregunta por lo que amamos a los demás y no por el estado
de nuestra cuenta.
Para entrar por la puerta
estrecha que conduce a la plenitud de la vida Jesús nos dice que seamos como niños
que ponen toda su confianza en Dios; que no centremos todas nuestras
aspiraciones en el dinero y la riqueza para que Dios pueda entrar en nuestra
vida. Que aspiremos a las cosas que realmente importan en la vida: ser justos y
honrados; hacer algo por los demás; trabajar para dejar el mundo mejor que lo
encontramos; ser sencillos y amables en el trato con los otros; que abramos
nuestro corazón a Dios. En definitiva Jesús nos pide que revisemos las
prioridades en nuestras vidas.
De esas prioridades depende
nuestra salvación, realización y felicidad. Puede ser que cueste más vivir con
ellas, pero al final conducen a la alegría y la salvación. Todos tenemos que
elegir el modo con el que vivimos; la senda que queremos para nuestra vida.
Dios y su Espíritu nos ayudarán a encontrarla.