De la multiplicidad a lo
único importante
Son muchas las tareas que tenemos que acometer a lo largo del día. Son
diversos los trabajos que tenemos que resolver en una jornada. Al finalizar el
día nos vemos llenos de cansancio, y en ocasiones hasta nos agobiamos pensando
en lo que tenemos que hacer al día siguiente.
Además de los trabajos hay que añadir la multiplicidad de nuestras
relaciones con otras personas y que nunca son una cosa fácil. En la convivencia
surgen roces que también nos causan tensión.
En definitiva, nuestra vida de cada día es la vida de lo múltiple en la
que, como decimos tantas veces, tenemos que dividirnos y multiplicarnos en
actividades diversas, en atenciones a muchas personas. Quien durante mucho
tiempo vive solamente en la vida de la multiplicidad de tareas y relaciones
puede acabar sintiendo que el suelo se mueve bajo sus pies. Puede llenarse de
una sensación de agobio, que con frecuencia descarga en agresividad hacia los
otros.
Pero la vida de los múltiples trabajos y relaciones no es la única
realidad. Existe también el “mundo de lo uno” que otorga firmeza y paz. Y
precisamente es sobre este mundo de lo uno sobre lo que nos quiere llamar la
atención el evangelio de este domingo.
Se nos narra el encuentro de Jesús con Marta y María. La primera de ellas
representa la laboriosidad y el trabajo, en definitiva el mundo de la
multiplicidad; la segunda el tiempo para el encuentro y la conversación tranquila,
en definitiva el “mundo de lo uno”.
Jesús nos recuerda que la multiplicidad de tareas y trabajos son parte de
la vida. Pero para que fructifiquen correctamente tienen que sostenerse sobre lo
único necesario. Eso uno necesario es el fundamento último de la vida y sobre
el que se apoyan todos los trabajos y actividades. Es la realidad que garantiza
la unificación y el acuerdo con nosotros mismos. Es lo que permanece sobre todo
lo que pasa. Es la realidad de Dios.
Para poder llevar una vida de actividad y trabajo necesitamos descanso. No
solo para reparar fuerzas. También para oxigenar la mente y el espíritu. Para
reflexionar y encontrar criterios adecuados que guíen nuestra acción. Para
ampliar nuestros pensamientos.
Por eso, no es casual que la semana para los cristianos comience el
domingo. Propiamente el primer día de la semana es el domingo. No es sólo un
día de descanso Es un día para centrarnos en lo que Jesús llama “la única cosa
necesaria”. Es un día para volver al fundamento de todo lo que nos rodea y de
nosotros mismos. Para acoger la paz y la serenidad. Es el día en el que
recordamos la resurrección de Cristo y en la que Dios empieza a hacer nuevas
todas las cosas.