NAVIDAD 2012


UN DIOS AGACHADO



La atmósfera de navidad nos habla de cielos abiertos, de ángeles que cantan, de deseos de paz, de encuentros familiares. El ambiente de la Navidad nos recuerda que no vivimos sólo de pan. Que necesitamos paz, acogida, el cariño de los que nos rodean. Los textos del evangelio que escuchamos estos días os habla de ángeles que conversan con pastores, de luz y claridad, de palabras tranquilizadoras, de cantos de los coros angélicos. Una pregunta que podemos hacernos es ¿y que viene después? ¿Qué pasa cuando los ángeles se van, cuando el resplandor de la luz maravillosa se desvanece, cuando los cantos se apagan? Los evangelios nos dicen que cuando los ángeles se fueron, los pastores se pusieron en camino. La navidad no es una fiesta para contemplar desde el asiento. Es una fiesta para ponernos en movimiento, para hacernos caminar. Los pastores tomaron el camino de Belén sin pararse a preguntar si lo que habían visto no sería una ilusión.  De este modo nos recuerdan que también nosotros hoy tenemos que ponernos en movimiento, tenemos que tomar el camino que conduce a una vida más auténtica. El camino que nos lleva a la reconciliación con los otros. El camino que conduce a la generosidad de vida.
 


Y cuando llegaron a Belén se encontraron con un niño. Cuando un padre o una madre quieren hablar con su hijo suelen inclinarse hacia abajo para ponerse a su altura. En algunos casos llegan a ponerse de rodillas para pronunciar palabras sencillas que con frecuencia, son acompañadas por gestos infantiles. Los padres, para entenderse con sus hijos, se ponen a su altura, les miran a los ojos, intentan estar lo más cerca que pueden de ellos. Dios hace lo mismo con la humanidad. Se agacha para ponerse a nuestra altura y hablarnos desde la cercanía. Dios viene al lugar en el que nos encontramos para ver y vivir la vida desde nuestra perspectiva. Dios no permanece encerrado en su grandeza. Dios desciende y se pone a nuestra altura. Jesús, el niño de Belén, es el Dios agachado que se pone a nuestro nivel para jugar y hablar con nosotros.

Los cristianos creemos en el agachamiento de Dios. Por eso celebramos las navidades. Los escritores de los primeros momentos del cristianismo repetían algo que hoy es confirmado por la psicología. Solamente puede ser salvado aquello que es aceptado y acogido. Es el principio de la encarnación. Dios se hace humano para expresar la acogida y aceptación de nuestra humanidad. Una acogida y aceptación que es el comienzo de nuestra salvación. Para vivir la Navidad tenemos que recorrer el camino que lleva hasta ese Dios agachado y comenzar a conversar con Él. Dios nos espera para que le contemos nuestros problemas, nuestras preocupaciones y dificultades, nuestros fracasos y reveses. El Dios agachado puede descargarnos de todas esas cargas y soplar en nuestras vidas un aire nuevo.
 El Dios agachado señala un camino para todos los cristianos. La iglesia permanece la iglesia de Jesús cuando sabe descender, cuando sabe agacharse, cuando sabe ponerse al nivel de los problemas y alegrías de la humanidad.