UN DIOS AGACHADO
La atmósfera de navidad nos habla de
cielos abiertos, de ángeles que cantan, de deseos de paz, de encuentros
familiares. El ambiente de la
Navidad nos recuerda que no vivimos sólo de pan. Que
necesitamos paz, acogida, el cariño de los que nos rodean. Los textos del evangelio que escuchamos estos días os habla de
ángeles que conversan con pastores, de luz y claridad, de palabras
tranquilizadoras, de cantos de los coros angélicos. Una pregunta que podemos
hacernos es ¿y que viene después? ¿Qué pasa cuando los ángeles se van, cuando
el resplandor de la luz maravillosa se desvanece, cuando los cantos se apagan? Los
evangelios nos dicen que cuando los ángeles se fueron, los pastores se pusieron
en camino. La navidad no es una fiesta para contemplar desde el asiento. Es una
fiesta para ponernos en movimiento, para hacernos caminar. Los pastores tomaron
el camino de Belén sin pararse a preguntar si lo que habían visto no sería una ilusión.
De este modo nos recuerdan que también
nosotros hoy tenemos que ponernos en movimiento, tenemos que tomar el camino
que conduce a una vida más auténtica. El camino que nos lleva a la
reconciliación con los otros. El camino que conduce a la generosidad de vida.
Y
cuando llegaron a Belén se encontraron con un niño. Cuando un padre o una madre quieren hablar
con su hijo suelen inclinarse hacia abajo para ponerse a su altura. En algunos
casos llegan a ponerse de rodillas para pronunciar palabras sencillas que con
frecuencia, son acompañadas por gestos infantiles. Los padres, para entenderse
con sus hijos, se ponen a su altura, les miran a los ojos, intentan estar lo
más cerca que pueden de ellos. Dios hace lo mismo con la humanidad. Se agacha
para ponerse a nuestra altura y hablarnos desde la cercanía. Dios viene al
lugar en el que nos encontramos para ver y vivir la vida desde nuestra
perspectiva. Dios no permanece encerrado en su grandeza. Dios desciende y se
pone a nuestra altura. Jesús, el niño de Belén, es el Dios agachado que se pone
a nuestro nivel para jugar y hablar con nosotros.
Los
cristianos creemos en el agachamiento de Dios. Por eso celebramos las
navidades. Los escritores de los primeros momentos del cristianismo repetían
algo que hoy es confirmado por la psicología. Solamente puede ser salvado
aquello que es aceptado y acogido. Es el principio de la encarnación. Dios se
hace humano para expresar la acogida y aceptación de nuestra humanidad. Una
acogida y aceptación que es el comienzo de nuestra salvación. Para vivir la Navidad tenemos que
recorrer el camino que lleva hasta ese Dios agachado y comenzar a conversar con
Él. Dios nos espera para que le contemos nuestros problemas, nuestras
preocupaciones y dificultades, nuestros fracasos y reveses. El Dios agachado
puede descargarnos de todas esas cargas y soplar en nuestras vidas un aire
nuevo.
El
Dios agachado señala un camino para todos los cristianos. La iglesia permanece
la iglesia de Jesús cuando sabe descender, cuando sabe agacharse, cuando sabe
ponerse al nivel de los problemas y alegrías de la humanidad.