EL CANTO DE MARÍA
María, la madre de
Jesús, fue una mujer sencilla. Llevaba una vida nada llamativa en una población
de provincias. Y de repente un ángel de Dios le trae un mensaje extraordinario.
Va tener un hijo que será el salvador de la humanidad. Y María se asusta para
acabar respondiendo que se haga todo como Dios quiere.
En la historia de
María que recordamos en el evangelio de este domingo María acude a visitar a Isabel. El niño de ésta salta de alegría ante la visita. El foco de la historia de la salvación se posa sobre dos mujeres sencillas, que colaboraron en la historia de la salvación
De este modo nos muestran algo que
hace pensar. No hay porque ser rico e importante para contribuir de manera
única en la historia de la salvación. Para ser colaboradores de Dios no hace
falta nacer en una ciudad importante o en el seno de una familia con renombre.
Y en María Dios nos dice que en la historia de la salvación lo decisivo no son
ni los grandes discursos ni las grandes palabras. Lo que cuenta es saber
escuchar y estar dispuesto a acoger la palabra de Dios.
En su palabra Dios
trae posibilidades nuevas y desconocidas para la vida humana. La palabra de
Dios abre un futuro diferente. Esas posibilidades se convierten en realización
allí donde hay un oído atento, allí donde alguien escucha y acoge.
María no es conocida
por generaciones por sus grandes palabras y discursos. Tampoco lo es por su
riqueza. La grandeza de María se encuentra en que fue acogedora de la Palabra
de Dios y en esa acogida las posibilidades de Dios se hicieron historia y
realidad. “Hágase como dices”, dijo María y en esa respuesta Dios trajo a su
Hijo al mundo. María, la de las pocas palabras y la respuesta firme, es figura
y forma de la fe de la Iglesia. Es modelo de la fe de cada creyente. María la
de la escucha, la que sabe acoger palabras que vienen de fuera y de lo alto, es
la primera creyente. La que nos muestra que los sencillos, los que no tienen
linaje con renombre, los que viven en lugares apartados, los que sin palabras
grandilocuentes y rotundas, escuchan y se comprometen, son los que introducen
en la historia las posibilidades de Dios.