Balance de la Jornada Mundial de la Juventud
Con la calma que proporciona la distancia del impacto inicial se van sucediendo los balances sobre la Jornada Mundial de la Juventud. El éxito de las jornadas trae ahora el reto de mantener abiertas las puertas de la Iglesia a los jóvenes, de seguir esforzándose en acercarse a ellos, de presentar con claridad y comprensibilidad el lenguaje del evangelio.
La Iglesia española abrió sus puertas y se volcó con los jóvenes venidos de otros lugares. En lo que pude apreciar en las Jornadas, la participación de jóvenes españoles fue muy reducida, teniendo en cuenta que era el país anfitrión. Se corresponde con el alto grado de distancia de la juventud española respecto a la fe y a la Iglesia, que percibimos cada uno y resaltan las encuestas.
La primera enseñanza a sacar de la JMJ es que en España es urgente relanzar la pastoral juvenil. Y que si en países más secularizados que el nuestro, como Francia o Alemania, se cuenta con jóvenes que viven su fe, en el nuestro también eso puede ser posible. Para hacerlo ya lo sabemos, no hay más formula que el trabajo paciente y continuado. Es lo que en España tenemos que hacer. Y el camino es fortalecer planes diocesanos de pastoral juvenil que aúnen y canalicen los esfuerzos de todos los grupos diocesanos: laicos, sacerdotes, religiosos, parroquias, movimientos...No creo que el camino sea entregar la pastoral juvenil a un único movimiento, que seguramente tiene mucha vitalidad, pero quizás le falte suficiente amplitud de horizonte para integrar a otros.