Para que la palabra crezca
Se cuenta que un profesor de la India viajó a una ciudad europea invitado por un departamento de la Universidad. Uno de sus profesores le fue a esperar al aeropuerto. Cuando iban a coger el metro, el profesor europeo le apremió a que se diera prisa pues estaban a tiempo de tomar el metro que había llegado a la estación. Cuando hubieron subido al vagón, el profesor eurorpeo le dijo: "Gracias a Dios que hemos podido subir. Hemos ganado diez minutos" - El profesor de la India le respondió: ¿Y que vamos a hacer ahora con esos diez minutos?
Una de las preocupaciones que tenemos quienes vivimos en las llamadas sociedades modernas es la de ganar tiempo. Parece que es un bien escaso y todos queremos arañar algunos minutos de ese preciado bien. Pero tan importante como ganar tiempo es saber emplearlo bien. Y la mejor manera de hacerlo es utilizarlo para que nuestra persona crezca.
Eso es también lo que Jesús parece decir a sus díscípulos antes de marchar junto al Padre. Les indica que con su partida se inicia un tiempo nuevo. Y el sentido de ese tiempo es el crecimiento de su palabra en ellos. En el evangelio de este domingo Jesús, antes de su partida, da una recomendación a sus discípulos. Les pide que conservern el recuerdo de su palabra. Y para ello recibirán la ayuda del Espíritu que les hará entender el sentido de esa palabra y les moverá a manterla en su memoria.
Ese es el sentido del tiempo en el que vivimos los creyentes después de Jesús. Es el tiempo de hacer que su palabra crezca en nosotros. Dios nos da tiempo para que su palabra fructifique en nostros elevándonos por encima de nostros mismos.
La palabra de Jesús tiene una característica: su sentido se encuentra en inspirar una conducta y un comportamiento. Lo que nos hace sus discípulos es el amor al prójimo, es el modo de tratar a las personas. Los cristianos de hoy seguiremos siendo testigos del evangelio si el mensaje de Jesús inspira una manera bondadosa y pacífica de tratar a los demás. Este es el distintivo de los cristianos. Y también lo es de la Iglesia, pues solamente será comprensible con toda su doctrina y sacramento si inspira un comportamiento de bondad y apertura con el prójimo.
El tiempo de la Iglesia, el tiempo en el que cada uno de nosotros vivimos la vida de fe, viene cargado con una tarea. La de hacer crecer la palabra. Para ello tenemos que saber acogerla, interiorizarla en silencio y soledad, y hacerla madurar y fructificar en nuestras relaciones con los otros. Si esa palabra crece en nosotros, nosotros crecermos con ella.
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