Homilía 23 domingo Tiempo Ordinario. Ciclo C. Lc 14, 25-33


EL PRECIO DEL REINO DE DIOS




Desde hace algún tiempo tengo una tarjeta de una librería que cuando la presento en la caja a la hora de pagar me hacen un porcentaje de descuento. Hay tarjetas de este tipo en distintos sectores comerciales. Es una manera de fidelizar clientes a cambio de no tener que pagar el precio completo de los productos.

El evangelio de este domingo nos habla del precio a pagar por entrar en el Reino de los cielos. Y se nos dice que hay que pagar el precio completo. Que no hay descuento. Y el precio es de verdad caro:

 Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.

Podemos preguntar quién puede pagar ese precio. ¿Quién es capaz de ese nivel de renuncia y de negación de sí mismo?

El evangelista Lucas parece darnos una pista para responder a esta pregunta. Lucas nos dice que la entrada en el Reino de Dios es también cuestión de calculo. Como cuando un arquitecto calcula los gastos de un edificio. O un general piensa el número de soldados necesarios para ganar una batalla. Aparentemente las palabras del evangelista pueden resultar decepcionantes pues no hablan de gracia, misericordia y entrega sino que hablan de cálculo y estrategia. Pero es que el Reino de Dios es un camino que nos pone en movimiento; que abre ante nosotros un proceso. No todo sucede a una vez y en un solo movimiento. El camino del Reino de Dios nos pide un nivel de exigencia que tenemos que mantener siempre y por eso hay que medir las fuerzas, y prepararse para responder siempre a las exigencias que Dios nos pide.

El precio para entrar en el Reino de Dios es alto y no hay descuentos. Pero el evangelio de hoy termina recordando que todos podemos pagar ese precio. Para ello solo es preciso poner por delante de la riqueza los valores del Reino