Comer el pan de vida
Jesús se sentaba en la
mesa con los abandonados y marginados, con pecadores y pobres. También hubiera
podido hacer como nosotros. Sentar a todos a comer pero en mesas separadas. Los
ricos por un lado, los pobres por otro. Cada uno con los suyos. Pero Jesús
rompe fronteras y barreras y forma una nueva comunidad porque estaba convencido
de la llegada del Reino de Dios que cambia todas las cosas.
Sentarse a la mesa con
una persona es algo más que compartir el alimento. Es compartir la vida, la
intimidad, el afecto…Comer con otra persona es entrar en comunión de amor con
ella. Las comidas de Jesús son expresión del amor de Dios hacia todos. En ellas
hay una única mesa en la que todos nos sentamos por igual.
En esta fiesta del
Cuerpo de Cristo escuchamos en el evangelio esas palabras de Jesús de comer su
cuerpo y beber su sangre. La comida y la bebida a la que Jesucristo se refiere
es la participación en su destino. Es la comunión con su persona. Es la acogida
de su amor.
Los seres humanos ¿de
qué vivimos? Vivimos de pan. Y pedimos a Dios el pan de cada día. Pero no
vivimos solamente de pan. Alguien dijo que es único e incomparable el sabor del
pan compartido. Ese pan tiene también el sabor de la entrega, la amistad, el
amor. El pan compartido dice sin palabras que es bueno que exista y viva la
otra persona, con la que se comparte el pan. No vivimos sólo de pan. También
vivimos de amistad, de encuentro, de conversación, de diálogo, de amor…Vivimos
del pan de vida.
En la fiesta del Cuerpo
de Cristo celebramos el pan bajado del cielo. Es el pan del amor en el que
Cristo se entrega a sí mismo. Es un pan lleno de amor, pan de vida.