Homilía 6º domingo de Pascua. Ciclo C. 5 de mayo de 2013. Jn 14, 23-29


Saber mirar al cielo


En la vida humana hay tres vías  para obrar con inteligencia. La primera consiste en la reflexión. Es la más elevada. La segunda consiste en la imitación. Es la vía del conocimiento más fácil. La tercera procede de la experiencia. Es la que puede resultar más amarga.

Del filósofo Tales de Mileto se cuenta que buscaba investigar las leyes que determinaban el movimiento del sol y de los otros astros del cielo. Por eso sus ojos estaban siempre elevados al cielo. En una ocasión que miraba hacia arriba no se dio cuenta que pisaba un hoyo y cayó en sus profundidades. Cuando su criado lo contempló en lo profundo del agujero quejándose del dolor de la caída, no pudo menos que reírse. Y además le gritó: “No eres capaz de ver lo que hay bajo tus pies y quieres comprender el cielo que se encuentra por encima de nosotros.”

Esta anécdota nos puede servir para reflexionar sobre el encargo que Jesús dio a los suyos en el momento de la despedida: “No os quedéis mirando al cielo y acordaros de aquellos días que pasamos juntos y cómo percibí en el prójimo la llamada del Padre”. En el evangelio de este domingo se dice: “el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”.

Lo que tenemos que recordar de Jesús es que en la relación con los demás escuchamos la voz de Dios. Y a eso nos ayuda el Espíritu de Jesús. A escuchar esa voz y a responderla. Jesús hablaba a la gente de Dios abriendo su humanidad, reconociendo los valores que se encontraban en ellos.

La Iglesia continúa la misión de Cristo. Somos la comunidad de los que nos animamos y fortalecemos para llevar el modo de vida de Jesús.

Para ser Iglesia y cristianos de esta manera necesitamos mirar al cielo que Jesús abrió. Del cielo viene la luz que nos ayuda a abrir los ojos del corazón. Esa mirada al cielo, al contrario que al filósofo Tales, no nos aleja de la tierra. Nos ayuda a contemplarla mejor. Jesús nos dice que cielo y tierra se tocan. Quien sabe mantenerlos unidos vivirá con alegría en esta tierra y sabrá hacerla más humana.