Fe
palpable
Tomás el apóstol no tiene buena fama. Se le suele
presentar como el desconfiado y el incrédulo. Como quien permanece en su
cerrazón de no aceptar la resurrección de Jesús cuando todos los demás discípulos
lo daban ya como un hecho. Y sin embargo, la actitud de Tomás no nos tiene que
resultar tan extraña. En cierta medida personifica una parte de nosotros
mismos. La que duda y se interroga sobre la autenticidad de nuestra fe.
Aunque la expresión de Tomás resulte exagerada por su deseo
de introducir los dedos en las llagas del
resucitado, su demanda no deja de expresar una realidad. Y es que la fe
necesita puntos de apoyo. La fe no es un castillo en el aire. Se asienta en una
vivencia, en una forma de experiencia. Es cierto que la fe no se levanta sobre
una evidencia. Como por otra parte nada que se corresponda con el ámbito
relacional del ser humano puede contar con evidencias. Ni la amistad, ni el
amor, ni el apoyo de determinadas personas, están garantizados con una certeza
irrefutable. Pero nuestras relaciones se sostienen sobre indicios y huellas.
También la fe se edifica sobre indicios. También nuestra fe es en cierta medida
palpable.
Indicios de la fe hay varios y de diversos tipos. Entre
ellos resalta la bondad que existe en el corazón humano y que se refleja en las
relaciones con los demás. Que en la vida humana haya bondad, desinterés,
generosidad…, aunque sea de manera fragmentaria e interrumpida, es uno de los
mayores signos de la presencia de Dios.
En el evangelio de este domingo se nos presentan además
otras dos huellas importantes de la presencia Dios. La primera: que la
comunidad de discípulos no rechaza a Tomás cuando expresa sus dudas. Tomás es
acogido en el grupo y es aceptado con sus interrogantes y dificultades. La
comunidad es tan fuerte en su fe que tiene sitio para las dudas de Tomás.
En segundo lugar: Jesús se adelanta a las dudas de Tomás
y él mismo es el que ofrece la posibilidad de palpar su resurrección. Dios no
se desentiende de la búsqueda y el interrogar humano si éste es honesto y
sincero. La búsqueda puede ser larga. Tomás necesitó una semana; otras personas
necesitan años; algunos toda una vida. Pero al final, Dios siempre se encuentra
con sus criaturas