Homilía 5 domingo tiempo ordinario. Ciclo C. 10 de febrero de 2013. Lc 5, 1 11


COMPROMETER LA VIDA



Se cuenta que a una ciudad llego un acróbata. Ofrecía en sus calles un espectáculo que consistía en caminar sobre un hilo de acero tensado en lo alto de la calle sobre dos postes de la luz eléctrica.  A medida que avanzaba el espectáculo sus pasos eran más arriesgados (caminaba solamente sobre un pie, daba pequeños saltos, bailaba…). Siempre finalizaba trayendo una carretilla cuya rueda se deslizaba por el hilo de acero como un raíl. El artista preguntaba: “¿Piensan que voy a ser capaza de mover la carretilla de un lado para otro?” Los espectadores gritaban: “Sííiiiiiii”. El artista se paraba pensativo y los espectadores permanecían atentos. Uno del público grita: “¡Vamos, continúa, no te hagas de rogar! El artista se dirige al que gritaba y le pregunta: “Usted ¿está dispuesto a sentarse sobre el carretillo?” A lo que el hombre le responde: “No, de eso nada.”

Aunque los espectadores animan a que el artista se arriesgue cada vez más ellos no están dispuestos a compartir su suerte. No están dispuestos a arriesgarse con él. Se puede decir que quieren tener una sensación sin tener que arriesgarse ni exponerse ellos mismos.

Esta historia nos puede servir para explicar qué es la confianza. Quien realmente confía en otra persona se entrega de la mano a ella y abandona su suerte en aquel en quien tiene confianza sin poder predecir de antemano si su apuesta tendrá un buen o un mal resultado.

En la vida humana hay distintos niveles de confianza. Normalmente confiamos en otras personas en lo referente a un aspecto concreto de nuestra existencia. Y sólo a muy pocas personas entregamos nuestra confianza por entero dándonos totalmente a ellos. De este modo una confianza parcial es la que tenemos en que el conductor del autobús sepa conducir correctamente. O Confiamos que las personas que nos cruzamos por la calle no nos vayan a agredir o que el comerciante que nos atiende en la tienda no nos vaya a engañar. Pero a pocas personas abrimos por entero nuestra intimidad y por pocas nos dejamos guiar en todos los aspectos de nuestra vida. Estas personas han ganado nuestra confianza porque su persona aparece sobre nosotros como una promesa de vida. Porque su presencia no constituye una amenaza sino que nos procura protección y fomenta nuestra desarrollo.

Jesús vino a nuestro mundo para traernos la vida de Dios. Su presencia fomenta el desarrollo de nuestra vida y sus palabras apuntan a nueva vida. Por eso su persona y sus palabras resuenan como una promesa en la que confiar. A esa vida accedemos cuando confiamos en Él, cuando le abrimos nuestra vida y entregamos nuestra persona a sus palabras. Por eso el evangelio de este domingo nos presenta a un Jesús que pide la confianza de sus discípulos. Jesús les pide que remprendan la navegación y echen las redes. Y aunque su experiencia les dice que no tiene sentido intentarlo de nuevo después de haber estado toda la noche pescando sin  resultado, la palabra de Jesús es más fuerte que su desconfianza. Y haciendo lo que Jesús les pide llenan las redes de pescado.

En la vida de fe se trata de salir y partir del mundo en el que nos encontramos para entrar en la vida de Dios, que es una vida de abundancia y plenitud. Jesús no nos indica solamente una nueva vida. Él mismo la vivió antes. Nos precedió en esa vida de Dios.

Igual que los espectadores de la historia Jesús ha despertado admiración en sus contemporáneos y en muchas personas. Pero sólo con la admiración no se cambian las cosas. Quien no se comprometa con Jesús arriesgándose a perder algo se perderá la nueva vida. Jesús no quiere admiradores sino seguidores. No ha fundado un club de fans sino una comunidad de seguidores. Lo que distingue a un admirador de un seguidor es que este último sabe que la persona a la que admira compromete la propia vida. La diferencia está en el compromiso. Cuando Jesús en el evangelio de Dios dice a sus discípulos que los hará pescadores de hombres, les está pidiendo el compromiso con su persona. Quien confía en la palabra de Jesús es conducido del lugar en el que se encuentra ahora a una nueva tierra de vida y plenitud.