El camino que lleva a la cruz
Cuando a un persona contrae una enfermedad grave, los médicos y sobre todos
sus familiares se piensan si hay que decirle la verdad u ocultársela. Hoy la
tendencia mayoritaria es a decir la verdad pero hasta no hace mucho la mayoría
se inclinaba por ocultársela. Es para que no sufra, para que no se desespere,
se decía. En otras ocasiones, en caso de un joven que contraiga una enfermedad
u otra desgracia, es a sus padres mayores a los que se les oculta la verdad, “para
que no sufran”. Ante el fallecimiento de la abuela, hoy día con mucha
frecuencia, los padres evitan que los hijos acudan al tanatorio o al funeral
para que no aumente su disgusto y su pena de ver a la abuela fallecida.
Hoy día domina en parte la tendencia a ocultar la enfermedad, el fracaso,
la muerte. Queremos evitar contemplar la dimensión desagradable de la vida. Y a
la larga es un error. La enfermedad, el dolor y la muerte son parte de la
existencia. Deberíamos estar preparados, y preparar a los jóvenes, a
confrontarse con esa dimensión de la vida. De esa manera se puede evitar que
cuando uno se confronte con la muerte de un ser querido no lo haga totalmente
desprotegido, despreocupado y sin saber cómo integrarlo.
En el evangelio de este domingo se dice que Jesús “explicaba con toda
claridad” a sus discípulos la pasión que
le aguardaba; los sufrimientos y padecimientos que veía sobrevenir. Jesús no
afrontó ciego su pasión. Sabía lo que le esperaba, lo que se venía encima. Y
sabía que ese camino provocaría la salvación de la humanidad. Jesús sabía mirar
de frente la dimensión desagradable de la existencia.
Y hablaba de estas cosas con claridad para preparar a sus discípulos. A
aquellos que pensaban que la misión mesiánica era una paseo triunfal. A
aquellos que creían que ir con Jesús significaba subirse al carro de los
triunfadores.
Pero los discípulos no parecen querer entender esto y por eso Jesús llama “Satanás
a Pedro”. Jesús parece indicar que es diabólico prensar y presentar una fe sin
cruz, un compromiso cristiano sin sufrimiento. El camino de Jesús es el camino
que conduce a la cruz, porque el sufrimiento es la consecuencia del amor.
Jesús no presenta la cruz porque el sufrimiento en sí tenga valor. Lo que
tiene valor es el amor y amar de verdad conlleva siempre entregarse, darse a sí
mismo. Y la entrega y la donación conlleva esfuerzo, dolor y sufrimiento. Jesús
nos lo dice con claridad. Su camino es el camino del amor. Un amor que es algo
más que un sentimiento bello. Un amor que ese entrega y donación.