La grandeza de lo pequeño
Cuentan que un hombre sólo
con su trabajo constante durante muchos años logró reforestar una zona
desértica. Cada día salía con su azada y sus semillas a plantar árboles en un
terreno casi desértico. Los que le veían se sonreían por la tarea tan difícil. “No
lo vas a conseguir” –le decían. Peor él no se desanimaba. Al cabo de muchos
años pudo contemplar cómo había transformado aquella región en un bosque.
Y es que “mucha gente
pequeña, dando pequeños pasos, en pequeños lugares, pueden cambiar el mundo.”
Hay personas que tienen la
virtud de hacer mucho con poco. De levantar grandes obras a partir de pocos
elementos. Lo mismo ocurre con Dios. El evangelio de este domingo es el relato de la multiplicación de los panes y los peces. Uno de los sentidos del relato de la
multiplicación de los panes y los peces es que Dios hace mucho de lo poco. Y
Dios hace mucho con nuestro “poco”.
Todos decimos en más de una
ocasión que son pocos los dones que Dios nos ha dado. Pocos en comparación con
la enorme tarea de poner un poco de justicia en esta tierra, un poco de alegría
en medio de la tristeza, un poco de sensatez en medio de tanta irracionalidad.
Decimos que no es mucho el tiempo del que disponemos para jugar con los niños o
conversar con otros. Que es poca la confianza que depositamos en Dios…
A Dios no le importa la
cantidad de nuestro “poco”. Lo que nos pide es que no nos quedemos con ello;
que lo compartamos. Lo entreguemos a los demás. Lo pongamos al servicio del
evangelio. Si damos nuestro “poco” a la causa de Jesús, Él lo tomará para
hacerlo la base del derroche de su gracia y de su bendición sobre otras
personas y nuestro mundo.
En el evangelio de este
domingo somos invitados a compartir lo “poco” de nuestra vida; a no
guardárnoslo para nosotros.