Aprender a vivir
Homilía en la fiesta del nacimiento de San Juan Bautista
Uno de los tipos de libros
que leo con más interés no son novelas, ni obras históricas. Son las
biografías. Es un género con el que aprendo y disfruto mucho. Me fascina el
poder recorrer el camino personal de determinados personajes. Y contemplar la evolución de su personalidad
desde sus orígenes familiares, los años de formación. También comprobar que
toda persona, por muy grandes obras que haya realizado, también tiene sus
limitaciones y sombras.
En los estantes de mi
habitación se encuentran bastantes obras de este género. Pero siempre he
mantenido un principio. No adquirir obras de personas que todavía vivan. Y es
que pienso que mientras alguien vive todavía puede hacer el gesto o la obra más
importante de su vida, y en relación a la cual las obras anteriores pierden su
significado.
Vistas así las cosas nos
damos cuenta que el día del fallecimiento es para una persona el día en el que
queda fijado para siempre el significado de su vida. Es el día en el que se
completa su existencia. Por eso, en la liturgia y en la vida de la iglesia la
fiesta de cada santo coincide con el día de su fallecimiento. De los santos
recordamos sobre todo su muerte, porque con ella comienza la plenitud de su
vida, comienza su encuentro con Dios. Porque ese día su existencia llega a su
cumplimiento.
De Juan el bautista
celebramos, sin embargo, el nacimiento, como ocurre en la fiesta de hoy. No
celebramos el final de su vida, sino su comienzo. Lo hacemos así porque la
persona de Juan bautista está unida a Cristo. Porque es la señal que indica que
comienza una nueva etapa en la historia de la salvación. Por eso recordamos el
principio de su vida y no su final.
Pero esta celebración
también nos quiere decir quizás algo de nuestra vida cristiana. Dios actúa en
nuestra vida no sólo al final, sino también al comienzo. Y Jesucristo, su
presencia y su mensaje, pone un nuevo comienzo en la vida humana. Con Jesucristo
Dios nos da una nueva vida, un nuevo comienzo. Por eso el nacimiento de Juan
bautista es de alguna manera también nuestro nuevo nacimiento en la fe.
El sentido de la fiesta de
este día es que con Jesús nuestra vida adquiere una nueva dirección y rumbo. Y
que tenemos que aprender a vivir de nuevo a partir del evangelio la nueva vida
de Dios. Jesús vino a llenar de plenitud y sentido la vida humana. Y esto no al
final de nuestras vidas, sino al comienzo y en medio de nuestra vida. En cada
amanecer tenemos que dejar que la vida del evangelio nos llene y transforme. Con Jesús tenemos que aprender de nuevo a vivir.