Todo es destruible – todo es restaurable
La ceniza nos hace pensar en destrucción. Cuando el fuego arrasa solamente quedan cenizas. Cuando las maquinas de la guerra descargan su poder sobre una ciudad reducen sus edificios y calles a cenizas. Hoy los cristianos nos dejamos poner un poco de ceniza sobre nuestras cabezas y frentes. Cualquiera que, desconociendo las costumbres cristianas, nos observe se preguntará ¿pero estos que hacen? ¿qué significa todo eso? La ceniza es la señal de que todo lo que vivimos es destruible. Nuestra existencia, el resultado de nuestro trabajo, nuestras relaciones, las ilusiones y sueños, la bondad que Dios plantó en nuestro interior…Todo puede ser destruido y arrasado. Además sabemos que esa posibilidad se vuelve realidad en muchos momentos de nuestra vida en los que la fuerza del mal es más poderosa que nuestra resistencia.
Todo es destruible. Pero también con la fuerza de Dios todo puede ser reconstruido, restituido, retomado. El significado del miércoles de ceniza no se agota en el recuerdo de la destrucción y el mal que acecha a la vida humana. El día de hoy es también una llamada a la esperanza de un futuro nuevo. Los cristianos recibimos la ceniza envuelta en la señal de la cruz. Con eso queremos decir: Alguien está junto a ti cuando la destrucción amenaza tu vida. Y como Él es más poderoso que el mal, te da su fuerza para que de las cenizas de tu vida surja un nuevo paisaje. La cruz nos recuerda que ni el mal, ni la destrucción, ni la ceniza, tienen la última palabra en este mundo bueno que Dios ha creado.
Tengo que confesar que en el tiempo de mi existencia en muchos rincones de mi vida la destrucción y el mal han depositado ceniza. Hoy buscaré un rato para rastrear en silencio los rincones de mi vida. Espero tener fuerzas para tomar esas cenizas en las manos y ponerlas delante de la cruz. Sé que allí me espera el Señor, aguardando que las deposite a sus pies para, una vez más, soplar sobre mí la brisa de vida que regenera y reconstruye todo.