Homilía 6º Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo B. 12 de febrero 2012

La buena fama de Jesús

Según los evangelios Jesús tenía buena fama. Se decía que curaba a quien se encontrara con Él y esta fama iba por todas las aldeas de Galilea. La buena fama de las personas no suele proceder de la sensación o la provocación. No suele ser resultado de una impresión momentánea. Viene de un trabajo constante y discreto, de la entrega de cada día, de resultados concretos y palpables.

Jesús en su acción no buscaba impresionar, causar sensación, ni provocar. Su comportamiento solía estar acompañado de la discreción. Por eso decía a las personas que curaba, a las que experimentaban su acción sanadora, que no contaran nada de lo sucedido. No quería propaganda pues el bien, la bondad, no se difunde a través de técnicas de publicidad y de marketing. La conversión al bien supone una interiorización callada y silenciosa.

La buena fama de Jesús provocaba que muchos acudieran y se acercaran a Él. Rompía barreras y fomentaba el encuentro. La sanación que Jesús extiende a las personas con las que se encuentra viene de Dios pero no cae del cielo. Supone el encuentro y la confianza. Jesús, como se narra en el evangelio de este domingo, sale al encuentro de los enfermos, de los que padecen y sufren, de los excluidos. La salvación procede de Dios que se acerca al ser humano, que viene al ser humano con su fuerza y su cariño. Ese acercamiento, esa proximidad suscita la confianza de los que necesitan salvación, suscita su esperanza. Y de la combinación de esos dos elementos procede el milagro de la salvación. Allí donde la voluntad de encuentro de Dios despierta la confianza del ser humano se produce el milagro, acontece la salvación.

La voluntad de acercamiento de Dios se expresa en el encuentro de Jesús con el leproso del evangelio de hoy. Por ser una enfermedad contagiosa los leprosos no sólo eran enfermos. Eran personas excluidas, expulsadas de los espacios compartidos de convivencia. Se evitaba su encuentro y la relación con ellos. Por eso, el leproso del evangelio es un símbolo de todos los excluidos y marginados, de todas las personas rechazadas y evitadas. Lo peor que le puede pasar a un excluido es que llegue a creer su propia exclusión evitando el contacto con otras personas.

En el encuentro de Jesús con el leproso, éste se acerca a Jesús y le pide curación. Hasta él le había llegado la buena fama del Señor, e impulsado por esa buena fama supera el miedo, rompe la barrera que le separaba del resto del mundo, y le pide curación. Jesús no tiene miedo de contagio, le deja acercarse. Tiene compasión con él.

Continuar lo que Jesús hizo es tarea de la Iglesia. Misión de la comunidad cristiana es prolongar el acercamiento a otros en el nombre de Dios. Despertar y suscitar la confianza de quienes viven al margen, de quienes se encuentran excluidos. Tarea de la Iglesia es mantener la buena fama de Jesús que permita la confianza y el acercamiento de tantos excluidos.