EL ESPÍRITU DEL MAL
No encontraremos muchas personas que crean que la posesión diabólica sea algo que pueda existir fuera de las películas de terror. La posesión, pensamos, es algo del pasado, de mentalidades que atribuían al diablo lo que no sabían explicar de otra manera. Hoy la psiquiatría y la medicina nos pueden dar una explicación científica de lo que los antiguos consideraban efecto de la presencia del diablo.
Para quienes así piensan el evangelio de este domingo les parecerá extraño. En él se cuenta que Jesús se encuentra con un hombre poseído por un espíritu inmundo. Hasta habla con ese espíritu que le reconoce como el Santo de Dios. Pero Jesús le increpó y salió de aquel hombre.
Hoy nos cuesta admitir que pueda existir una posesión por el espíritu del mal tal y como nos describe este evangelio. Pero no deberíamos rechazar tan rápido la existencia del “espíritu del mal”, de “espíritus inmundos”. No pensar que ese espíritu del mal no domine a veces a las personas cegando so voluntad y condicionando su comportamiento.
Hay un espíritu del mal que se llama codicia, pasión por el dinero. Y puede entrar en la vida de alguien cegándole de tal modo que posponga cualquier otra cosa por conseguirlo. Hay quien por tener más dinero traiciona su propia conciencia, los principios morales, amistades…Así de fuerte puede ser el espíritu del mal. O se llama ambición y por conseguir destacar por encima de los demás se hace cualquier cosa, incluso contraveniendo lo que para uno era más importante. También podríamos hablar de la agresividad, el orgullo, el amor propio….Como se dice a veces en castellano: se puede echar a perder la propia vida a causa de alguno de estos espíritus.
Pero no sólo toman posesión del individuo. También lo pueden hacer de una colectividad, de un grupo humano, de una sociedad, corrompiéndolo todo y destruyendo la confianza que hace posible una convivencia pacífica.
En el evangelio de hoy Jesús hace frente al mal espíritu. Y con la autoridad de su palabra los derrota y derriba. Para vencer el mal no sirve la violencia. Para vencer el mal sirve la fuerza de la autoridad moral de quien cimentado en el bien, es coherente con sus principios. Al mal lo derrota el compromiso con el bien. Nos puede parecer que los corruptos, los pillos, los mentirosos, los que trampean son a los que les va bien en la vida. Puede ser que así parezca a corto plazo. Pero la corrupción del mal acaba por echar a perderlo todo, hasta la vida más complacida. En cambio el bien, el comportamiento moral, la coherencia con la propia conciencia es la que asienta la vida.
Apostar por Jesús, acoger su palabra es ponerse a refugio de los “malos espíritus”. Que la relación con Jesús nos libre a todos del espíritu del mal.