Homilía 2º Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo C. 15 de enero de 2012

LOS DISCÍPULOS DE JESÚS




Imagínese que se encuentra dentro de una iglesia esperando el comienzo de una celebración litúrgica. De repente se le acerca un sacerdote y le pregunta: “Y usted, ¿qué ha venido a buscar aquí? La pregunta le sorprenderá y no sólo por resultar una intromisión de un desconocido en su vida. Le resultará sorprendente porque es claro que si alguien entra en una iglesia es para buscar la cercanía de Dios. A eso se viene a la iglesia: a estar cerca de Dios. Y un sacerdote lo sabe.

En el evangelio de este domingo Jesús pregunta a los discípulos que le siguen: “¿Qué buscáis?” De sobra sabe Jesús que quienes lo siguen buscan también la cercanía de Dios. Jesús nos acerca a Dios como nadie en el mundo y por eso sus discípulos le seguían. También el evangelista Juan sabe que el ser humano busca a Dios y que esa es la tarea más importante de la vida humana. Si pone esa pregunta en los labios de Jesús es para ayudarnos a reflexionar sobre los motivos últimos de nuestra condición de cristianos.

A través del diálogo de Jesús con sus discípulos Juan nos presenta cómo surge la fe cristiana y cuáles son sus características.

En primer lugar los discípulos de Jesús, según el evangelio de este domingo, los discípulos primeros de Jesús procedían del grupo de Juan el Bautista. Es decir eran personas inquietas; que no se conformaban con lo que había; que buscaban y aspiraban algo más. El grupo de Juan el Bautista era un movimiento religioso inconformista, que buscaba una renovación. Lo que conduce a aproximarnos a Jesús es el buscar algo más, el aspirar a algon nuevo.

Esa búsqueda conduce a intuir que de Jesús procede la salvación. Que él es el Mesías, como dice Juan el Bautista en el evangelio de hoy. O lo que es lo mismo, que Jesús nos conduce a un encuentro auténtico con Dios.

A la pregunta de Jesús, “¿qué buscáis?”, los discípulos le responden con otra pregunta, “¿dónde vives?”. Y esta respuesta nos dice que la relación con Jesús no es una relación superficial. Es una relación que busca intimidad y profundidad. El lugar en el que vivimos es el lugar de nuestra vida más íntima. Traer alguien a nuestra casa es compartir con él nuestra intimidad. Si queremos encontrar a Dios en Jesús, nosotros sus discípulos, tenemos que procurar su intimidad, tenemos que procurar una relación que aumente cada día.

¿Cómo es posible esto? A través de la oración y de la meditación de su palabra.

El lugar en el que uno vivo expresa también permanencia. Por eso Juan nos dice que ser discípulos de Jesús es permanecer con Jesús.

A la pregunta de los discípulos por el lugar en el que Jesús vive, les responde “venir y veréis”. O lo que es lo mismo, Jesús nos llama a experimentar por nosotros mismos. Uno no es discípulo de Jesús si no experimenta por sí mismo que Él es la salvación. Que él tiene palabra de vida. La relación de intimidad con Jesús se construye desde la experiencia, desde la vivencia. Nuestra fe no puede ser sólo de cabeza. Tienen que incluir también toda nuestra vida.

La reflexión de Juan sobre el discipulado nos puede parecer exigente y difícil. Y lo es. Pero tenemos que tener en cuenta que uno no se hace discípulo de Jesús de un día para otro. Se hace discípulo a través del tiempo. Lo que hoy nos presenta el evangelio de San Juan es un programa para toda la vida.