La fuente de la alegría
El tercer domingo de adviento es conocido como el domingo de la alegría (el domingo de gaudete se decía antes, utilizando la palabra latina para designar alegría). La iglesia se alegra con el nacimiento de Cristo.
Nos podemos preguntar ¿cómo es posible alegrarse? ¿puede imponerse la alegría o despertarse con una orden? ¿qué es alegría?
En occidente vivimos una cultura en la que la alegría con mucha frecuencia se confunde con diversión, con jolgorio, con fiesta. A veces hasta la palabra diversión viene a sustituir a la alegría. Hoy todo tiene que ser divertido: la escuela, el parvulario, el trabajo, la familia, los viajes, las amistades, las relaciones…Alguien ha dicho que vivimos en la “sociedad de la diversión”.
Con la palabra diversión nos puede pasar como con tantas cosas: que de tanto utilizarla pierda su sentido. Las cosas hay que hacerlas con sentido pero no siempre divierten. Incluso hay cosas que sin ser divertidas uno las tiene que realizar porque también el esfuerzo, el deber, la responsabilidad, son parte de la vida. De tanto hablar de diversión a lo mejor nos olvidamos de las cosas serias de la vida. Y también podemos olvidarnos de aquellos para los que la vida tiene menos diversión porque sufren o atraviesan alguna dificultad.
Para los cristianos la alegría es muy importante porque es una señal de auténtica vida de fe. Para los primeros autores cristianos la alegría era uno de los rasgos de la vida cristiana. Y de todos los santos se dice que eran personas alegres. Es más, la primera palabra de la historia de la salvación es: alégrate, que le dice el ángel a María. Y la última palabra es el aleluya de la resurrección.
Los cristianos podemos vivir la alegría porque hemos encontrado su auténtica fuente. La alegría nace allí donde uno siente que su vida es sostenida, acogida, reconocida y apreciada. La alegría es vida expandida y la vida se expande en la confianza. Dios despierta una confianza que nada la puede derribar. Dios confía en nosotros y nunca se retira. En la vida todos nos sentimos en ocasiones defraudados por personas que nos fallan, por amistades que a veces se olvidan de nosotros, por instituciones…El que nunca falla es Dios. Por eso Dios es la fuente de la alegría y los cristianos, al sentir que Dios sostiene nuestra vida, podemos vivir con alegría en medio de las dificultades. Así lo dice el profeta Isaías en la primera de las lecturas de este domingo cuando dice que se alegra en el Señor.
La alegría no es jolgorio ni diversión. La alegría es paz y serenidad en el corazón; es confianza y libertad. En Jesucristo Dios nos dice que nos ama, que está de nuestro lado, que nos ayuda a hacer un mundo mejor. Por eso no podemos menos de alegrarnos ante el Dios que nace.