Benedicto XVI, el Papa de la alegría

Benedicto XVI, el Papa de la alegría

Bienvenido a España, Santidad

El Papa Benedicto XVI está en España. Se va a encontrar en Madrid lo que todos los que estamos allí en esta semana nos hemos encontrado: un centro de la ciudad en estado de alegría. Es impresionante el número de jóvenes, venidos de todo el mundo, que con camisetas, gorros y banderas de la Jornada Mundial de la Juventud, caminan por las calles del centro de la capital de España. Cantan, bailan, hablan alto, sonríen, entran en iglesias y templos a rezar...Y todo lo hacen con la naturalidad y la alegría de la juventud. Lo dicho, un centro de la ciudad en estado de alegría. 

Unos pocos quieren aguarla con lo de siempre: insultos al papa y a la iglesia, y...con un montón de demagogia: que si el Papa debe ir a Somalia, que menos rezar y más trabajo para los parados...Como si a la Iglesia, la institución que más hace por los pobres en todo el mundo, hubiera que recordarle dónde está el sufrimiento humano.

Benedicto XVI es el Papa de la alegría. Es un tema constante en sus escritos en la época de profesor de teología. Lo es también en sus discursos como Papa. La alegría es una característica del creyente. Lo es porque ha encontrado su fuente: un Dios que sostiene la vida humana. Una alegría, por supuesto, que pasa por mirar y acoger la cruz de Jesús, y en ella el propio dolor y el ajeno.

Este Papa va a conectar y mucho con esta juventud alegre que alegra la ciudad de Madrid. Mucho se ha dicho de los resultados de la Jornada Mundial de la Juventud. Se espera un rejuvenecimiento de la imagen de la iglesia, aumento de vocaciones religiosas, sacerdotales y laicales, el reforzamiento de la fe en la secularizada España...No sé, yo creo que el primer impacto es la vida de estos jóvenes que están empezando a descubrir lo importante que es Dios en la vida humana. Para ellos esta semana de agosto va a ser inolvidable y les acompañará a lo largo de su vida. En Madrid en estos días se podía apreciar que Cristo está en su Iglesia y el soplo de su Espíritu aletea en la vida de tantas personas. 

Sólo un deseo, que todos los que han abierto las puertas de la Iglesia a los jóvenes no las cierren y las dejen siempre abiertas. La casa de Dios tiene que ser la casa del hombre.