Maravillas de la iglesia
En la diócesis de Brooklyn (Nueva York) cada domingo se celebra la eucaristía en 70 idiomas diferentes. Me lo decía el Padre Thomas Gilbert, joven sacerdote de esta diócesis, conversando después de celebrar juntos en un convento de carmelitas descalzas. Una de las caracterísitcas de la ciudad de Nueva York es la de ser un espacio de conviencia de personas muy diferentes por lenguaje, cultura, procedencia...Y conviven de manera pacífica y amigable. Cuando escuchaba la cifra que me decía el Padre Thomas, además de impresionado, me sentí profundamente contento de ser católico. Nuesta iglesia se compone de miembros de distintas culturas y procedencias. Y todos permanecemos unidos bajo el amor de Dios y en la fe de Jesucristo. La Iglesia acoge a todos los seres humanos y no se pide que para seguir a Jesús tengamos que renunciar a nuestro origen o raices culturales. Al contario, nuestra identidad cultural es incorporada y asociada a la identidad cristiana.
Cuando tanto se denigra y critica a la Iglesia conviene recordar cosas como esta. A pesar de los errrores y fallos, que los ha habido y muy grandes, no hay institución que haya hecho -y siga haciendo- más por el ser humano que la iglesia católica. No reconocerlo es estar ciego o lleno de mala intención. Cada domingo, en Nueva York, y en lugares más pequeños, como en el que tu y yo vivimos, la iglesia abre sus puertas para ser la casa del hombre por ser la casa de Dios. Ahí puede entrar cualquiera, que todos somos bienvenidos.
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